sábado, 24 de diciembre de 2011

Día del Niño

Les presentamos el vídeo de la obra de teatro que realizaron Agustín y Laura en el Día del Niño para los chicos


Primera parte


Segunda parte
                              



Feliz navidad y año nuevo!

sábado, 5 de febrero de 2011

Un día pleno

Esta nota es totalmente espontánea. Hace una hora volví del barrio a mi casa. Un día realmente muy lindo se dio en el merendero. Primero la reunión de padres que su presencia nos sirve mucho. Y después con los chicos que se coparon con todos los juegos.

A veces un simple mensaje de satisfacción y de alegría vale mucho más que todos los análisis sobre cómo trabajar el espacio.

Perdón por caer en la reiteración pero... a veces una sonrisa mueve al mundo, y a veces al mundo le faltan sonrisas :)

domingo, 23 de enero de 2011

todos los sábados pese a las miserias veo sonrisas

Hoy sábado 22 de enero se cumplió un día más de actividad. Entre Fiestas y lluvias la normalidad del cronograma de actividades se vió interrumpida.
Pasamos una película de zombies, nada muy educativo, pero sí entretenido. Establecer la cultura por el cine no es fácil. Pensar una temática y que los chicos puedan engancharse con ella es algo que por ahora a mí me cuesta. Además en un ambiente en donde perder la atención es fácil y concentrarse en algo es difícil, el disponer de una televisión de 15 pulgadas no ayuda mucho a que los chicos se enganchen con una peli. Pero de a poco se va logrando.
También realizamos una actividad manual. Hicimos unos muñecos, estilo espantapájaros, para adornar el merendero. Los símbolos generan una mística que permiten integrar una comunidad.
Voy a compartir mi visión sobre un detalle. Quiero reflexionar sobre la distancia que existe entre un chico del barrio que asiste al merendero y una de las personas que va a desarrollar actividades recreativas con ellos. No estuve el primer día que surgió el movimiento. Sin embargo puedo imaginarlo. Quince jóvenes, extranjeros del barrio, arriban al merendero. No menos que curiosidad se debe haber generado. De pronto chicos que antes destinaban el sabado a jugar al futbol, a ver television, a salir a cazar pajaritos, o simplemente a errar por el barrio, tienen con quién jugar. Y un espacio. Romper el hielo no debe haber sido fácil, no lo es. Pese a que hace más de 2 años que la agrupación asiste al barrio, todos los días se está rompiendo el hielo con los chicos. Es una prueba constante. Todos los sábados los chicos reclaman atención, cada uno de forma distinta, pueden estar callados, pueden romper hojas, pueden estar activos y dispuestos a jugar, tristes, enojados. Mi punto es que la distancia importa. Nosotros no somos de ahí, somos extranjeros. Ellos están en su territorio. Esto plantea un juego de autoridad bastante singular. No somos sus padres, no somos sus maestros, pero tampoco somos nenes. Somos algo distinto y extraño. Y que aburridos o no, estamos dipuestos a jugar con ellos. Entonces las relaciones se plantean de distinta forma según cada chico. Esto podrá sonar obvio, pero creo que no se puede generalizar en ese ámbito. Se plantea un conflicto común, pero totalmente distinto según cada caso. Puedo teorizar sobre el tipo de pedagogia que aplicar en cada caso, pero la sonrisa que cada chico o chica brinda es única. Y hermosa.

jueves, 20 de enero de 2011

Vamos a leer un poco de historia

Nuestra actividad en el barrio se desarrolla todos los sábados a la tarde. Al menos uno siempre planifica eso. Sin embargo el estado del clima es un factor importante. Si llueve se vuelve imposible el acceso al barrio. No sólo eso, se anegan las calles de tierra y siendo el merendero un chalet con techo de chapa sumado a la endeble instalación eléctrica se vuelve un lugar inseguro para estar con los chicos.
Hace dos sábados llovió, si mal no recuerdo ese sábado fue el día en que los rayos cayeron en la cuenca del Plata e insólitamente se llevaron la vida de 4 personas. Para ese sábado habíamos planeado llevar juguetes para los chicos, que juntamos a modo de donación, para navidad/año nuevo. No se preocupen, ya los regalamos éste último sábado. Pero el día de la tormenta todos tuvimos que soportar la bronca de no poder ir, y la tristeza. Para despejar mi mente decidí ordenar la biblioteca de mi casa, labor que no se realizaba hace años, por no decir nunca.
En mi tarea encontré un libro titulado "Villa Miseria también es América" de Bernardo Verbitsky. Intrigado por el título decidí leerlo. La novela se desarrolla a mediados de la década del 50, puntualmente desde los últimos años del segundo mandato de Perón y tiempo después de la Revolución Libertadora. Lo inusual para la época de la novela es el lugar donde transcurre. El narrador se sitúa en una de las tantas villasmiserias que surgen de la corriente migratoria por el surgimiento y expansión industrial desde fines de los años 30. En otra entrada comentaré mis reflexiones sobre la novela. Para ésta oportunidad he decidido, querido lector, historiar un poco. Nada mejor que pedirle permiso a Bernardo Verbitsky para transcribir un capítulo de su novela aquí y hacerle memoria a él y a tantos que suelen ser ignorados todos los días.




Capítulo 7
Así ocurrió. Una mañana cualquiera Buenos Aires descubrió un espectáculo sorprendente: al pie delos empinados edificios de su moderna arquitectura se arremolinaban infinidad de conglomerados de viviendas miserables, una edificación enana de desechos inverosímiles. Podía creerse en la resurrección de las tolderías indias, a las que se asemejaban. Ni desde los más altos rascacielos se habían podido divisar hasta entonces esos rancheríos. ¿O se había preferido no verlos? Lo cierto era que su presencia ya no se podía ignorar o disimular. Creeríase que habían venido desde sus pagos provincianos para recordar su existencia. Las columnas se habían detenido en ese teórico foso de defensa que constituye la avenida General Paz, una bella ruta que como un río de asfalto entre arboleda y césped circunvala la ciudad. Y hasta algunos de esos barrios liliputienses llevados por el ímpetu de su marcha habían atravesado ese límite. La invasión se realizó por varios puntos. Por el norte por Saavedra, y en el barrio de Belgrano, muy cerca de la más bella zona residencial de la ciudad; por el Riachuelo, introduciéndose profundammente, y encadenándose con otras villas hasta el bañado de Flores; por el oeste, en las proximidades de Liniers, a uno y otro lado de la calle Rivadavia, columna vertebral de Buenos Aires. Pero también irrumpió hasta algún lugar céntrico, a no muchas cuadras de la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno.
Se estaba produciendo un cambio en el país y ése era uno de sus signos visibles. Ese cambio se proyectaba desde la capital y refluía sobre ella. Buenos Aires se había convertido de pronto en una ciudad congestionada por la afluencia de una doble corriente humana. Procedía una de Europa. En el período que precedió a la segunda guerra mundial, mientras ésta se desarrollaba, así como a su terminación, arribaron importantes contingentes que pueden calificarse exactamente de inmigratorios porque eran muy distintos a las densas columnas de trabajadores que llegaron a fines de siglo pasado y a comienzos del actual, procedentes de sectores proletarios y campesinos, y comenzaban por integrarse en iguales núcleos de nuestro país, aunque después evolucionaran económicamente. Ahora era diferente el nivel social de los que llegaban. Esquematizando pudiera decirse que vinieron primero las víctimas del nazismo, en la etapa del auge hitleriano sobre una Europa inerme. Luego, terminada la contienda, arribaron remanentes de los sectores nazi-fascistas transitoriamente vencedores y que terminaron siendo derrotados. Mucho escombro de aquel derrumbe vino a caer de este lado del Atlántico.
La otra corriente humana, aquella que se estacionó en los umbrales de la capital, procedía del interior de la república y también de los países vecinos. Porque el gran movimiento migratorio interno que se ponía en marcha incluía naciones limítrofes. Los que venían de Chile ensanchaban las villamiserias del sur de la república, desde Bahía Blanca para abajo. Los que procedían de Bolivia y del Paraguay, fueron a parar a lo que se llama el Gran Buenos Aires, es decir, la capital y sus alrededores. La corriente migratoria del nordeste y del noroeste sigue espontáneamente el rumbo hacia la cuenca del Plata. Acaso este movimiento, tal como se cumplió y se sigue cumpliendo, desmostraría una unidad natural por encima de la división nacional, de lo que fuera el Virreinato del Río de la Plata el cual por un curioso destino histórico, en un momento de plenitud de la Argentina, aparece reconstituido por el origen del elemento humano que colma las villamiserias que rodean asu capital.
El crecimiento industrial que impulsa este movimiento comenzó durante la segunda guerra mundial. Ya había pasado esto en la del '14 pero esta vez el incremento llevaba un ritmo más poderoso, lo que no queire decir que fuera planificado. El país aprovechó como pudo la oportunidad que se le presentaba. Tradicionalmente productor de carne y de creales, logró modificar su estructura económica, pues sus obligados proveedores de maquinaria y combustible que eran los mismos que adquirían sus productos agropecuarios, estaban primordialmente consagrados al esfuerzo de sobrevivir en esa guerra. No podían producir las maquinarias que necesitábamos y al mismo tiempo dependían vitalmente del trigo y de la carne que podíamos enviarles. La lucha resultó más larga y más dura que la primera. El progreso industrial argentino se cumplió desordenadamente y, sin distribuirse en todo el país, siguiendo una línea tradicional de deformación del equilibrio nacional, se concentró sobre todo en Buenos Aires. En la misma forma turbulenta crecieron los barrios de trabajadores que seguían llegando sin interrupción.
No siempre venían directamente de las áreas rurales, despoblándolas totalmente de agricultores, o dejando sin peones las estancias. En los alrededores de las ciudades del interior existían desde mucho antes grandes ranchadas, que anticiparon las villamiserias capitalinas y que hubieran merecido con más justicia ese nombre porque ellas sí eran expresión de la extrema pobreza del medio. Estaban ocupadas por una especie de lumpen formado por individuos que el campo no alcanzaba a incluir y alimentar y que tampoco llegaba a tener un lugar y trabajo en la ciudad de provincias. Se agolpaban entonces en sus puertas y malvivían de changas y trabajos circunstanciales, en actividades en las que estaba comprometida su dignidad humana. Pero no era su por su gusto que así vegetaban en su lugar de origen, al amparo de esos embalses de la oleada migratoria interna, desbordados luego en la etapa de industrialización.
Aproximadamente desde 1945 Buenos Aires advirtió su propio crecimiento en detalles visbles que afectaban a sectores mayores y menores de la población. Era también efecto de la prosperidad de aquella inflación inicial. Así, ya no fue posible ir un sábado de noche al cine o al teatro sin reserva previa de localidades. Parecida dificultad se presentó para ocupar una mesa en un restaurante, a todas horas llenos. Los problemas más graves se manifestaron en el transporte y la vivienda. Los vehículos de la ciudad registraron el exceso de población. Los subterráneos y los trenes del servicio urbano reventaban de gente. Siempre iban repletos, y en las horas que correspondían a la entrada y salida de las fábricas y oficinas, el apretujamiento era ya no molesto sino indecoroso, inhumano. Más que subir, la gente asaltaba los trenes. Se viajaba colgado, desbordando las puertas, con el peligro consiguiente. Veinte años atrás, alquilar un departamente no era en Buenos Aires difícil. Pero de pronto pasó a la historia el clásico papel (los porteños nunca usaron su nombre castizo de albarán) que en las puertas o ventanas anunciaban una pieza o departamento desocupados. La edificación no se había detenido, sin embargo, y muchas construcciones modernas se alzaban en la ciudad realmente renovada, pero estaban únicamente al alcance de los sectores acomodados. La clase media se mantenía en las anteriores viviendas de alquileres congelados. Los trabajadores que llegaban del interior solo en el primer momento consiguieron ubicación en piezas de casas de vecindad o los más populosos conventillos.
Al intensificarse la división de extensos terrenos y quintas que rodeaban la ciudad, al solo impulso de la iniciativa individual, surgieron nuevos barrios de normal apariencia, constituidos por la casita tradicional y la residencia tipo chalet, que se integraron en la fisonomía común de Buenos Aires, mejorando su aspecto. Pero al mismo tiempo, como oscuros remansos formados por los excedentes humanos que en torrente iban afluyendo, fueron apareciendo los barrios de emergencia que se caracterizaban por otro tipo muy distinto de construcción, elemental y primitiva, pero de ladrillo que levantaba el inmigrante europeo.
Con rapidez se completaba esta forma nueva de colonización de extensiones descampadas que aún quedaban en los suburbios dentro y fuera de la ciudad. Aparecía de pronto un ranchito solitario, perdido en la vastedad del baldío. Al día siguiente nuevas casillas se le habían arrimado, y el crecimiento se notaba acelerado al reaparecer el paisaje cada mañana, culminando la proliferación el sábado y el domingo. Cuando se reiniciaba la semana, el baldío estaba cubierto por el extraño conglomerado surgido a ras de tierra. Era la floración fulminante de un barrio nuevo que parecía nacer viejo y envilecido.
Pero esas construcciones inseguras, frágiles, degradadas, eran viviendas de seres humanos.

domingo, 2 de enero de 2011

¡Feliz 2011!

Desde nuestro humilde blog queremos saludar a todo el mundo para desearles un buen comienzo de este año entrante.
Esperamos sinceramente que este 2011 nos pueda dar más de una sonrisa.
Felicidades!