lunes, 27 de abril de 2015

Sueños y espejismos

Ayer, sábado, después de mucho tiempo, volvió al Merendero un pibe que hace mucho no viene, con el que en particular nunca tuve una buena relación, pero a quien, como siempre, escucho. Y dijo lo que precisamente hace mucho no escuchaba. "En Capital, son todos más intelectuales." Cuántas cosas podría haberle dicho, cuánto debate condensado hay en esas frases, de este joven muchacho que pasando apenas volvió a traer lo que hace mucho tiempo era moneda corriente escuchar en el Merendero, pero había dejado de serlo. Un pibe que nunca llegó a ser parte del espacio y que quizá por eso sigue marcando el límite y la diferencia, de la manera que sabe/puede/quiere.  La Capital asociada a la intelectualidad, al trabajo de pensamiento reflexivo, probablemente a la lectura de libros, al conocimiento. Indirectamente, al progreso, a la producción de los saberes (cuáles, uno se pregunta), a "lo mejor". Hoy, con las Primarias en el distrito capital, me pregunto qué intelectualidad se puede asociar a la fuerza que ganó esta primera instancia. 

Vi a Mauricio Macri cantando y saltando al son de la canción de Tan Biónica, "qué noche mágica, Ciudad de Buenos Aires". Lo vi a Horacio Rodríguez Larreta sonreír, levantando las cejas, saludando a "Gabi". Y la vi a Gabriela Michetti hablando de que todos somos singulares, cada uno de nosotros, 100% libres, islas individuales que van caminando por las calles de la Ciudad. Nada de lo que vi u oí era parte de mí. Ni quería serlo. Pero es parte de la Ciudad que habito (y, vaya cosa, que no milito) y en la que aumenta y ha aumentado en los últimos años del Pro en el gobierno local la mortalidad infantil. "En Capital, son todos más intelectuales". Esos "intelectuales" que han votado a la ineficiencia en la gestión y a la derechización de las ideas; que han votado los discursos aparentemente vacíos y despolitizados; que han votado cerrarle las puertas a todos los trabajadores que entran desde Provincia día a día a la Ciudad; que han votado la golpiza a los internos del Hospital Borda de los Talleres Protegidos; que han votado al vaciamiento de escuelas y hospitales públicos. Esos son los "intelectuales" que ve este pibe que vive en Glew. Yo no los veo, porque ni siquiera son intelectuales de derecha. Son de derecha, son administradores (y encima malos), son los que hablan de "la gente" y uno, que también es "gente", no se siente parte de ese colectivo homogeneizado y un poco inasible. En la Capital hay gente pobre, hay pibes que dejan la escuela, hay alcohólicos que golpean a sus mujeres, hay niños que no saben lo que significa ser niños y adultos que no hacen nada por que eso cambie -quizá porque tampoco ellos pudieron serlo-. En la Ciudad hay precariedad como en muchos barrios del conurbano bonaerense, pero "la mugre" no se ve en la tele ni la visibiliza el cerco mediático del que goza Macri. "En la Ciudad, son todos intelectuales". La realidad fragmentada, las imágenes que se difunden del distrito más rico del país, las construcciones e idearios sociales que salen a flor de piel en un adolescente de 18 años de provincia. Las disputas alrededor de la Ciudad son múltiples. Y en ella entran el pibe de Glew que piensa que la vida es mejor en la Capital (sin darse cuenta de que en cuanto cruce el Riachuelo el estado municipal sólo se va a dedicar a reprimirlo y oprimirlo); el actual Jefe de Gobierno que más que político se piensa como dueño; la vecina mía -una de tantas- que sólo piensa que ya no se puede salir de noche a caminar (aunque no tiene tampoco intención de salir a caminar porque se encierra en su casa con jardín); los que militamos para que las relaciones sociales sean menos desiguales y pensamos que la Ciudad esta gobernada por un partido de derecha y conservador que hace que el neoliberalismo voraz sea más que un fantasma. La Ciudad se recrea de diversas maneras en diversos deseos. Los sueños y los espejismos también son políticos. Una periodista cercana al proyecto nacional dijo que el voto porteño que prima es el del porteño que no puede verse realizado en la realización de un Otro. Nunca mejor dicho. En la Ciudad de Buenos Aires, la patria es el yo, un yo que quiere estar más alto de lo que está (el espejismo); en el país hay una mayoría que piensa que la patria es de hecho el Otro. 

Las elecciones de hoy, que no son definitivas pero dicen mucho, me preocupan en lo personal, porque aquí es donde vivo; me preocupan como militante porque el proyecto municipal arrasa con todo lo que defiendo  (aunque también me tiene que estimular: hay mucho trabajo aún por hacer); me preocupa como cientista social, porque tengo que tratar de entender, más allá de la tristeza, por qué la Capital vota así y sobre todo cuáles son los puntos claves a cambiar para que haya un viraje en el pensamiento porteño. Pero no sólo me preocupa en el territorio de la Ciudad en sí, porque la Ciudad vive más allá de sus fronteras. Vive en la cabeza de un adolescente de Glew, con quien trabajo cotidianamente desde hace años.Y eso es también parte del desafío militante que nos convoca. Porque trabajamos en el área de Niñez y Territorio. Y no podemos dejar pasar o hacer la vista gorda cuando uno de estos pibes piensa que el distrito en el que aumenta la mortalidad infantil es el símbolo del progreso y las ideas. Un lugar al que se quiera llegar. No al menos en el marco de esta Ciudad. La militancia debe transformar vínculos sociales y eso implica también las ideas que los sustentas y construyen. No fue una noche mágica en la Ciudad de Buenos Aires. Fue más bien un recordatorio del trabajo que queda por delante, en todos los territorios, que no son sólo físicos: se juegan también en esos sueños y esos espejismos. 

lunes, 13 de abril de 2015

Eduardo Galeano 1940-2015

El mundo de la literatura es inmenso, tan vasto como la historia de la humanidad ya que la escritura le dio comienzo... Hoy despedimos a un hombre que ha sumado su grano de arena a la historia contando muchas historias porque no hay una historia. Sólo leí un libro de Don Eduardo que para mí fue todo un hallazgo. Si bien ya había sido su lectura recomendada infinitas veces por amistades nadie me había puesto en mis manos uno de sus libros y tampoco la curiosidad me llevó a tomar alguno de la biblioteca pública. En casa se leían sus artículos que publicaba en los diarios pero nada más. A mi hermano intenté robarle el "Libro de los abrazos" pero no tuve paciencia para leerlo. Hasta que un día ordené la biblioteca familiar, tarea dificultosa pero gratificante si las hay, y encontré "La canción de nosotros" publicado por sudamericana en 1975 que tenía la imprenta en humberto 1° 575 Constitución (mi barrio), Buenos Aires, Argentina. Inmediatamente pensé en alguno de mis padres comprándolo en pleno 1975, ya sin Perón, antes del terrible zarpazo del 76. ¿Cómo no leerlo? Para mayor sorpresa hasta uno de los protagonistas llevaba mi nombre... Pero lo que me golpeó del libro fue la absoluta brillantez y sencillez con la que se evoca una época haciéndola vivir como un presente. Porque siento que Galeano es un escritor que ejercita con su pluma la justicia. En cada uno de sus escritos reivindica las historias (recordemos que no existe La Historia) de los marginados, de los que viven en la periferia, de los exiliados, de los condenados, de los excluidos de La Historia. En "La Canción de Nosotros" se narra un episodio de tortura y secuestro de un militante durante la dictadura uruguaya y, años más tarde, cómo elude su enjaulamiento y se reencuentra con su pasado, su presente, y su futuro si es que es posible reconstruirse después del Terror. Fue penosamente marivolloso para mí leer cómo era posible desde la literatura no sólo recordar la lucha de aquellos que fueron desaparecidos por querer un cambio social, sino cómo esa lucha está presente porque es imposible borrarla de la faz de la tierra con un golpe, dos golpes, veinte golpes. Sí, fueron exitosos. Sí, ganó el Capitalismo. Sí, ganaron los mercados, el individualismo, el Imperio. Pero ¿qué se reencuentra Mariano cuando regresa a la vida? Los invito a la lectura del libro con esa pregunta. A mí me ayudó a entender por qué no sólo voy al barrio todos los sábados, sino que siempre fui parte de él por ser parte de las historias de los latinoamericanos.