miércoles, 30 de octubre de 2013

Tu nombre me sabe a hierba

Miren la foto de final de página. Parece que no cambió demasiado la fachada del Merendero (ahora hay un alambrado más elaborado) desde 2008 hasta hoy. Aunque los que estemos siempre allí sepamos que sí existieron tales cambios. Pero hay algo que nos está faltando y tal vez debamos pensar en hacerlo prontamente: un cartel con nuestro nombre. Después de todo, tenemos una bella bandera, tenemos un blog, tenemos un facebook, y para los que van allí todos los sábados, no hay ni una seña. Sé que no es el nombre el que hace al espacio, pero son esos pequeños símbolos que nos ayudan a identificarnos y construirnos, sobre todo cuando tantas veces en la historia los nombres se tachan, se borran, se invisibilizan, como si no hubiesen existido o no existieran. Algún poder han de tener, para construir una experiencia compartida que nos dé una unión (y por lo tanto, la fuerza). Un nombre que no nace con nosotros pero al que le dimos una nueva vida con los chicos y los vecinos que se acercaron. Una herencia, una historia, la memoria y el presente, que siempre es el que la activa.

Dejo las fotos (de este año) para que veamos un poco cómo nos lo está pidiendo a gritos. ¡Un poco de color! Y si es posible, como canta cierto cantante uruguayo, que sea el color de la alegría.



martes, 29 de octubre de 2013

La fuerza de la personalidad política

La experiencia en el Merendero es una experiencia política. Como tal, se nutre de relaciones  tanto locales como por fuera del espacio mismo, de ahí su riqueza (la experiencia); relaciones de poder que quieren construirse, reconstruirse o transformarse (la política). Nosotros viajamos y con nosotros viajan nuestros equipajes, un poco parecidos y un poco distintos. Y a su vez, en Glew, con los chicos y entre nosotros, cargamos otro equipaje: el que nace del encuentro del que ya se ha hablado. Pero no sólo en ese diálogo (encuentro) concreto podemos pensar que nace la actividad así como es: nuestra dinámica es parte de otras dinámicas, de la Historia y las historias (no sé por qué esas Historias no van con mayúscula también). Una de esas dinámicas, al menos para algunos de los militantes que formamos parte de este colectivo, viene de una producción académica. No sé si sea mejor o peor, pero enriquece porque abre puertas, al menos en la forma en que nosotros encaramos esa vida académica. El mundo social es en sí mismo complejo, pero no menos complejas son las teorías sociales sobre ese mundo, que también forman parte de él. De hecho, a veces parece que sólo llegamos a esa realidad a partir de esas construcciones, no sólo teóricas, sino también propias de la imaginación colectiva (o las imaginerías, en plural). Hoy, un poco al menos y sin ánimos de agobiar, quisiéramos compartir unas palabras viejas pero quizá al ser tan clásicas, modernas. Vieron cómo son esas cosas, ¿no? Lo clásico y lo moderno. Es así que el título de esta entrada viene del autor cuyas palabras quiero compartir. Palabras que no se lleva el viento, aparentemente, porque aquí una vez más serán reproducidas, en este medio que para el autor ni siquiera existía y no sé si fuera probable en su horizonte de sentido. Hablo de Max Weber, un sociólogo, economista, qué sé yo, esa manera de ser todo que tenían "los clásicos". Un alemán que nació hace dos siglos y murió el anterior (el año en que nació mi abuela, de hecho) y que dio una conferencia (entre varias) llamada La política como vocación. Sé que parece lejano un alemán de otro siglo. Pero es la fuerza no sólo de la personalidad política sino de sus palabras en mi experiencia, que, en esa interpelación exitosa, adquieren absoluta contemporaneidad. Es el texto que se activa en mi experiencia. Es la política de Weber con nuestra política (y me pregunto si se puede uno bañar en la misma agua del mismo río o si un río puede tener muchas aguas). Como las fotos, que se activan en la mirada, son las palabras que cobran fuerza porque al leerlas pienso en nuestra militancia. Quiero compartir un fragmento de esta conferencia de 1918, pronunciada en Munich. De la Universidad a la Web. Espero sea parte de la democratización no ya de la distribución, sino de la re-apropiación creativa y por lo tanto de la producción del conocimiento. Uno de tantos, al menos. 



Hacia el final del texto, cuando uno ya buceó en los avatares de la política y su formación como maquinaria de poder del Estado moderno occidental (y sobre todo el nacimiento del funcionariado moderno), Weber nos revitaliza: no nos habla ya solamente de la política rutinizada, sino de cómo esa naturalización calma debe tener un impulso vital pasional. Pasión y responsabilidad como dos características propias del político (entendido como funcionario, no como cada uno de nosotros, que también somos animales políticos, mucho más que algunos sentados en altos cargos de gobierno), de la fuerza de la personalidad política. Sin embargo, y he aquí mi reapropiación, quisiera ampliar los posibles destinatarios de esas palabras. Pues yo no estoy sentada en ningún puesto y no obstante me sentí conjurada en esas líneas finales (qué manera de terminar una conferencia, quién pudiera). Y ya basta de mi propia verborragia, les comparto un breve fragmento. Espero que puedan dejarse interpelar también. Primero, unas preguntas duras (pero así es el mundo también); luego, un poco de la pasión que ni el propio Weber pudo reprimir, pese a esa sangre germana que le corría por las venas, pese a ese pesimismo ante la situación de su país en 1918, pese a ese 1918 en sí mismo.

¿Cuáles de aquellos para quienes la primavera aparentemente ha florecido con tanta exuberancia estarán vivos cuando se desvanezca lentamente esta noche? ¿Y qué habrá sido de todos ustedes? ¿Estarán amargados o convertidos en autómatas? ¿Aceptarán simple y rutinariamente el mundo y su ocupación? ¿O será su destino la tercera, y en modo alguno la menos frecuente, posibilidad: huida mística de la realidad para los que están dotados para ella o -caso frecuente y también desagradable- para los que se esfuerzan por seguir esa tendencia? En todos esos casos llegaré a la conclusión de que no han estado a la altura de sus propias obras. No han estado a la altura del mundo tal como es en realidad en su rutina cotidiana. En sentido objetivo, y de hecho,no habrán experimentado la vocación por la política en su significado más profundo, aunque creían haberlo hecho. Hubiera sido preferible que se hubiesen limitado a cultivar una simple fraternidad en sus relaciones personales. En cuanto a los demás, deberían entregarse desapasionadamente a sus tareas cotidianas. 
La política es una penetración poderosa y lenta de un material duro. Requiere pasión y perspectiva a la vez. Ciertamente toda la experiencia histórica confirma la verdad: que el hombre no hubiese logrado lo posible si no hubiese luchado una y otra vez por lo imposible. Pero para ello el hombre debe ser un dirigente y no sólo un dirigente, sino también un héroe, en un sentido muy equilibrado de la palabra. E incluso aquellos que no son dirigentes ni héroes deben armarse con esa constancia de corazón que puede superar incluso el desmoronamiento de toda esperanza. Ello es necesario precisamente en estos momentos, si no los hombres no lograrán alcanzar lo que es posible hoy. Sólo posee vocación por la política el que abriga la certeza de que no se desmoronará cuando, en su opinión, el mundo resulte demasiado estúpido o demasiado vil para lo que desea ofrecer. Sólo posee vocación por la política el que puede responder a todo esto: ¡A pesar de todo!




lunes, 28 de octubre de 2013

Somos los que somos

Este texto es producto de un pibe del ombú que se sintió movido a expresar ciertas reflexiones, ciertas emociones después de una reunión, protoasambletaria.

Compas, no sé qué onda que está caído gmail, les iba a escribir que me fui muy contento de la reunión de ayer y me imagino que como todos, con miles de reflexiones en la cabeza y con ganas de seguir construyendo. Siempre desde las líneas las que marcamos ayer, el compañerismo, la comunicación, la palabra. No son sólo valores que nos vienen de arriba, todo eso se construye, es un proceso y descubrirse a uno mismo como sujeto transformador no es para nada poca cosa. Pero ese despertar político no es mágico, nos reconocemos en tanto nos relacionamos con otros y de esa interacción que es conflictiva, que hay intereses en juego, nos formamos como sujetos. Fijense lo que pasó estas semanas en las facultades de la UBA, ayer votamos para el Parlamento, dos ejemplos de militancia política (partidaria). Pero nosotros elegimos ir los sábados a un barrio en el conurbano de la Prov de BsAs. Con adultos y chicos semialfabetos, con precariedad laboral, de vivienda y de salud. Pero no son pasivos, no son pobres diablos que necesitan que les enseñen valores para progresar. Ellos son agentes de cambio también, y dar esa lucha por el reconocimiento en tanto agentes de cambio, eso es lo que trabajamos todos los sábados. Me costó mucho tiempo entenderlo así, pero no por leer dos o tres libros, me costó muchos viajes en tren, muchos abrazos de los chicos, risas, muchos golpes, insultos, indiferencia. Muchas charlas con mis compañeros, emociones compartidas tanto frustraciones como alegrías. No es para nada poca cosa. Lo de ayer es una apuesta a ir por más, sabiendo muy bien cuáles son nuestras limitaciones, es decir, hasta dónde queremos llegar. Así que nos vemos el sábado :)

domingo, 20 de octubre de 2013

Encuentros, presencia y ausencia.

Hace mucho que no utilizamos este recurso. En realidad, nuestra presencia virtual se encuentra más en facebook que aquí, vale aclarar. Sin embargo, la naturaleza del blog es distinta y aquí podemos compartir quizás menos imágenes pero más relatos. Después de todo, el Merendero está lleno de relatos porque tiene historia y sobre todo tiene historias. 

Ya hemos contado cómo surge por iniciativa vecinal un merendero en Va. Amancay, Glew. La provincia de Buenos Aires puede dar cuenta de miles de estos espacios surgidos en plena crisis y que, con el correr de los tiempos y los cambios en políticas a nivel macro (tanto local, como nacional o regional), se institucionalizan o desaparecen, en mayor o menor contacto con otras organizaciones o con el mismo Estado. El Merendero es parte de esta macro-historia y, como todos los espacios (siempre construidos por personas y sus prácticas), tiene también cada historia, de todos los que formamos parte de esos lugares. Así podemos hablar de las familias, de sus trayectorias; podemos hablar de los militantes, que por distintos motivos vamos llegando a este sitio y a este proyecto; podemos hablar de los que ya no están o de los que no volvieron nunca; podemos hablar de los cambios en las relaciones con otros actores por fuera del Merendero. Todas trayectorias, al fin de cuentas, muy dispares pero que tienen algo en común: de alguna manera, se llega al Merendero. Es entonces ese encuentro del que proponemos hablar hoy, en este domingo nublado y por llover. 

El Merendero tiene una dinámica de identidad propia. Se distingue en parte de otros espacios del barrio en que está (mismo de las casas de los vecinos) pero jamás puede separarse: está en un lugar, se territorializa en un espacio determinado, atravesado por la historia de los vecinos que como pudieron fueron armando sus casas, a veces más precarias, a veces más armadas, siempre la casa propia. Allí se trabaja. Pero ¿con quiénes? Pues bien, el Merendero fue levantado palmo a palmo por los adultos del barrio y sin embargo la vida que tiene no puede pensarse sin otro actor: los chicos. Y tampoco puede pensarse sin los militantes que lo animan. Porque en sí misma su estructura no habla: nosotros, los que formamos parte y lo defendemos (y lo queremos) somos quienes lo hacemos hablar. El Merendero sin embargo dice algo en su impacto visual: hecho de madera, chapa y material, es la expresión de cómo se fueron armando las construcciones en estos barrios de las afueras de los centros conurbanos. Pero a su vez, tiene fotos, colores, flores de papel, pintadas con témpera, cronogramas alegres, reuniones anunciadas, talleres, un cartel de los derechos humanos...ahí, en esas huellas se expresan otras construcciones: no sólo la de los barrios de la provincia, sino también la militancia política de grupos pequeños, aún en plena armazón, con ideas y convicciones y con trazos infantiles, principales actores que hacen a la estética propia del Merendero. Ese encuentro entre militantes y niños y vecinos de a poco fue cobrando una manera de ser. Los militantes, capitalinos, llegan cada sábado y proponen actividades pensadas para chicos. La respuesta de los chicos es más que una respuesta: son agentes activos en el Merendero, con preguntas e ideas, con sus propias vivencias. Los adultos no aparecen, salvo contados casos. Y esa dinámica de trabajo entonces nos lleva a preguntarnos por su génesis y sobre todo por lo que vendrá: qué queremos hacer de ese encuentro. Por supuesto que los lugares se construyen estando en ellos, pero no podemos dejar de pensar que toda presencia demarca una ausencia. El merendero se construye hoy por hoy por los militantes y los niños, y es por lo tanto menester que se empiece a pensar la niñez de una manera integral (que incluye por supuesto a otros actores, que aquí llamamos "adultos"). La óptica de crecimiento, luego de seis años de trabajo ininterrumpido, es que son los chicos los que en verdad aprendieron a querer el lugar por lo que en ese lugar se puede ser/hacer. Es un espacio que propone un diálogo (de ahí la idea de encuentro), pero un diálogo que sea desde el afecto y la construcción de equipos. Porque eso es lo que somos, después de todo. Un equipo en constante autoanálisis. Son los chicos los que vuelven en busca de esa palabra no-violenta que se lucha por instaurar como cotidianeidad, con todo lo que eso implica. Lamentablemente, muchos vecinos del barrio no brindan su apoyo. Sin embargo, esa ausencia tiene que ayudarnos a pensar el  lugar de los niños en el barrio (y el nuestro propio, obviamente). ¿Qué es ser niño en Va. Amancay? ¿Siempre fue así? ¿Lo es en otros sitios? ¿Qué es la niñez? ¿La nuestra fue así? Todas estas preguntas, a las que se llega después de años de trabajo y muchas charlas y lecturas, son las que se quieren proponer hoy como puntapié no sólo para revitalizar un blog sino como bandera que nos guíe o como una suerte de faro. Aquí la hipótesis: el no-lugar o la invisibilidad de los niños en muchos aspectos en el barrio son las causales de las ausencias en el Merendero.

Son épocas de pensar, se nos viene el verano, siempre prometedor y también problemático (todos queremos descansar). Son épocas en que los encuentros existen y ya son obvios pero que necesitan pensarse en su continuidad: ¿qué pasa después del encuentro? ¿Cómo se sigue, si después del encuentro ya no somos los mismos? 

Esperamos no haber abrumado, pero fue necesario sentarse a escribir un poco, después de todo, escribir es una manera de habitar, incluso en esto que algunos llaman no-lugar para ponerle un mote a la web, y que desde aquí encontramos también como un espacio (virtual, pero espacio al fin) del encuentro. Esperemos que esa virtualidad nos ayude para pensar y seguir construyendo otro espacio como es el Merendero y que éste no se convierta en un no-lugar, sino, todo lo contrario, que sea muchos lugares: el lugar del encuentro.