viernes, 11 de diciembre de 2015

Algo personal

Ahora me toca lo personal. Como militante, por supuesto, dentro de un espacio y en un territorio específico. Pero me toca lo personal que también nos atraviesa en cada accionar. La política, después de todo, es personal. Y es interpersonal. No importa qué hagamos, necesitamos entender que siempre hay relaciones en juego, que esas relaciones son sociales y que por lo tanto son políticas. En ciertas relaciones hay igualdad, pero en la mayoría hay un poder, que se ejerce más o menos explícitamente. 

Me toca en lo personal la elección del presidente de la Nación. Durante muchos años me desperté en un determinado país, al que alegremente he intentado construir, con una ideología y desde una ideología que fui construyendo como mujer, como latinoamericana, como argentina, como estudiante y trabajadora, como docente y profesional, como académica y como militante, como habitante de la ciudad más rica del país, como kirchnerista. Todos los días desde hace muchos años vivo en un país que me da esperanza, que me hace sentir parte -más parte quizá que en ámbitos más chicos, más cotidianos. Pero desde que ganó las elecciones Mauricio Macri (y también Eugenia Vidal en la Provincia) todos los días me despierto pensando que vivo en un país peor. Que me da vergüenza pensar que Macri será representante mío en el exterior, cuando sé que le dijo a Evo Morales que quería "tener relaciones desideologizadas con Bolivia". Me da VERGÜENZA que esa persona vaya a reemplazar a una máxima oradora como lo es Cristina Fernández de Kirchner. Y por lo tanto, me va a dar vergüenza que me pregunten quién es el presidente de mi país ahora. Odio pensar que tendré que aclarar que soy del 49% que no lo votó. Y mucho más: que militó el voto de Daniel Scioli. 

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Pero además me da bronca, me da miedo, me genera angustia que personas que quiero mucho lo voten y lo defiendan porque les gusta la foto de sonrisa de ángel de Vidal, rodeada de su familia, cuando encarna el discurso sin saliva de la no-política, de la anti-ideología, que tanto daño le hace a los pueblos, a la historia. Me duele que mucha gente tome esas fotos de colores, de formas que empobrecen contenidos -los ocultan-; que se queden con un discurso de amor y paz y de autoayuda cuando la política jamás se hace así, ni se puede hacer así porque el mundo está jodido, porque hay poderosos y hay oprimidos, porque hay gente que muere todos los días por la injustica social contra la que hay que seguir combatiendo a diario, porque hay países que no tienen soberanía sino que son manejados por las barras y las estrellas del Norte. 

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.


Me toca en lo personal que el presidente actual no hable de las ideologías y de lo que significa ser de derecha y ser de izquierda, ser peronista o no serlo, hablar de salario como inversión y derecho o hablar de gasto que se puede recortar así sin más. Me toca en lo personal que mientan descaradamente, que sean hipócritas y que los medios los cubran porque ese discurso les conviene. Me jode que el que votó a Macri niegue la historia, borre su memoria, se deje convencer por Radio Mitre, destile odio por una mujer que fue elegida por el pueblo y que además se va con una imagen altamente positiva. Me duele, me jode, por momentos me rompe las pelotas -tenía que decirlo. 

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.


Me jode que me donen cosas lindas para el Merendero pero voten a Macri. ME REVIENTA. La solidaridad no es PRO. No lo puede ser porque el PRO destruye la cultura, la educación, la salud.  La justicia que implica que el chico vaya a la escuela, que tenga sus vacunas, que vea un programa en la televisión cuyo héroe y protagonista principal no es rubio ni de ojos celestes ni habla un castellano neutro. El PRO es incompatible con el Merendero. Porque el PRO no vota a favor de la fertilización asistida que da lugar a nuevas familias, esas mismas que les gusta ver a los votantes de Macri en las fotos de Vidal. Estoy aún molesta, después de tantos días, quizá renovado el enojo por la asunción VERGONZOSA que tuvo Mauricio Macri, después de verse apoyado por el partido judicial. Estoy molesta y dolida en lo más íntimo de mi ser porque me hipotecaron el futuro a mí y ni qué decir de Los pibes del Ombú. 

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz


Me duele que la frase (absolutamente maravillosa) de "la patria es el otro" no les haya llegado, ni les haya tocado una fibra personal. Me jode que lo voten y que encima no les moleste. Me jode, me toca en lo personal porque la política como herramienta de transformación se renovó de una manera inusitada en estos últimos 12 años. Porque soy parte de esta generación y del cambio de época latinoamericano, y ahora siento que me cortan las alas. Que ahora soy, que vuelvo a ser, finalmente, un pueblo sin piernas pero que camina. Me jode, me molesta, me rompe las pelotas, me duele, me angustia. Me moviliza. 







miércoles, 9 de diciembre de 2015

Qué cara, qué gesto

Los rostros y nombres que el nuevo gobierno nacional presenta a diario son no sólo fantasmas de un pasado no tan pasado sino que además están aquí y ahora, vivitos y coleando. Son la expresión máxima del discurso de la no-política, discurso falaz y traicionero, dado que a diario tomarán medidas, todos ellos -muchos, empresarios-, que nos afectarán en lo más cotidiano, de eso no hay duda. "La política es pa' gente y no pa' muros de concreto", dice la canción, y esto es tan cierto que parece mentira que haya gente que aún se excuse detrás del "pero de política yo no sé nada", y lo digan sin mayor descaro, como si fuera casi gracioso. Perdonable. Pues no lo es. 

Los gestos, además de esas caras y esos apellidos y esas historias que son parte de nuestra Historia, también dicen mucho, aterrorizan mucho, al menos a los que queremos seguir yendo siempre hacia la izquierda (y no por eso dar la vuelta y codearnos con la derecha, como tantos otros). Aterrorizan porque son gestos que niegan la palabra de la Constitución (justo ahora, que proliferan en TN y Canal 13 los abogados constitucionalistas, ¿desaparecerán después del 10 de diciembre? ¿Como la inseguridad y el miedo? Si se van juntos sospecho o de los medios o de que esos mismos analistas generaban todo lo demás), niegan la independencia de los poderes de la República -que ahora será res privada-. Aterrorizan, como todo fantasma; y más aún cuando te das cuenta de que no están nada muertos. "Hoy es la última vez que vamos a la Plaza a apoyar", me dijo una compañera. Para los que pasamos la adolescencia en la década ganada (me permito esa licencia) es difícil pensar una plaza distinta. Una plaza opositora, enojada. Habremos ido a marchas de reclamos, sí. Pero nunca como oposición total y plena, o absolutamente desencantada y/o enfadada. Un cambio de época que trae un "tropel de viejas novedades". Es difícil acomodarse a la idea tan siquiera. Imaginen cómo será acostumbrarse a la realidad.

Los Pibes del Ombú, por primera vez, sacó un comunicado como colectivo, sacó un comunicado alarmado, como las canciones urgentes de los cantautores cubanos, como una manera de protesta a través de esta política de difusión que posibilitan las redes sociales, nuestra forma de expresarnos hacia todos allí fuera. Esta movilización es porque los militantes tenemos una necesidad constante de movernos y porque ante la posibilidad de retroceder, en algún momento hay que plantarse. Hemos aprendido mucho en estos 12 años. Hemos vivido muchas cosas y en años muy especiales para todos los que militamos a diario, que somos pibes jóvenes. Nuestras caras, gestos y nombres son los de una política que piensa en equipo (y no precisamente técnico: político y compañero) y que piensa en el Otro, piensa más allá de la baldosa de la vida individual, que por sí sola no puede conseguir nada nuevo, ni nada bueno. Piensa en palabras de esas que no mienten ni engañan ni traicionan. De esas que van en contra de toda violencia -y no por eso viven en paz- y de esas que acompañan otros gestos. Gestos que bajan cuadros genocidas y juzgan represores; que le dan la mano al pibe par que vaya/empiece/vuelva a la escuela; que le manda una tarjeta especial al jubilado para que tenga más fondos para disfrutar luego de una vida de laburo; gestos de esos que te invitan a militar en una plaza, sacrificando lo tuyo personal por algo que incluya al que aún no está incluido; gestos que invitan a sentirse orgulloso de pertenecer a un país, de laburar y crear aquí, de repatriarse; gestos que te invitan a soñar que podés tener una familia porque la fertilización asistida no es más para los opulentos. Y muchos más gestos y caras y nombres que se estampan en banderas y remeras, reemplazando y acompañando a los viejos héroes -un época de nuevos símbolos. ¡Qué difícil van a ser estos cuatro años! Pero nosotros sí que tenemos una herencia, que no pesada. La herencia de la experiencia de haber vivido años de volver a pensar por nosotros mismos, de saber leer entre líneas, de reconocer qué es un líder y de qué forma se construye ese afecto que forma parte también de la pasión política. Nosotros tenemos una herencia de caras y nombres y gestos entrañables. Cuatro años no van a poder derrotarnos. Aunque ahora estemos aún sorprendidos, hasta destruidos un poco. Pero jamás derrotados. Al menos ya nunca más. 





martes, 24 de noviembre de 2015

En mi país, qué tristeza

La democracia no es armonía. La democracia es también disenso. No podemos estar todos de acuerdo, ni negar el conflicto, porque eso sería negar la política: la existencia de relaciones sociales desiguales, la existencia de una posibilidad de transformar esa realidad. Votar es democrático, y también lo es poder elegir, pero no siempre en este país hubo democracia, y por tanto, hay muchas personas que a mi edad -hoy, 24 años- nunca habían votado en la vida. A ver si eso queda claro: el voto se ganó después de muchas muertes, cuando en realidad es un derecho en esta república. A los que dicen que no se puede retroceder, casi como un mandato natural, les quiero decir esto: SE PUEDE. Porque cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dice que hay que recordar que nada de esto fue magia, no está diciendo solamente un slogan de campaña vacío, como el flamante presidente electo. Al decir "no fue magia" lo que quiere transmitir es que todo aquí es histórico y cambiante, proceso y resultado de luchas desde abajo y que vienen también impulsadas desde arriba -o no, o bastardeadas o apoyadas. Nada de lo que ha acontecido en este país jamás pasó por ser un mandato natural: hay una idea política, más o menos explícita, más o menos inclusiva y justa por detrás -y no tan detrás. Cuando nos dicen que es época de diálogo, vaciando el contenido político de la contienda que es y será siempre la democracia, nos están queriendo vender un discurso velado, "un discurso político sin saliva", cantan los de Calle 13. Cuando te ofrecen bailes y nada más que bailes, es cuando te tenés que dar cuenta de que te ocultan lo que están por hacer. Lo que van a hacer. Si sos un poco despierto y ves lo que no querés ver, te das cuenta. Porque los nombres que acompañan a Mauricio Macri estuvieron en épocas grises de la vida de este país, y además sólo estuvieron en épocas grises. Sí, hay que revolver en la basura cuando se llega tan alto, no soy inocente. Pero ¿para qué? Los políticos y cuadros que vienen detrás de Mauricio Macri nunca supieron correrse de allí: en esa basura está su único negocio, su única política, que te venden como no-política, y tenés que saber desde ya que eso no existe. Menos cuando vas a ser presidente. 

Trabajamos en un merendero con pibes de entre 2 y 16 años. Trabajamos hace 8 años, y realmente la situación individual de muchas familias ha cambiado para bien, y no precisamente por obra del municipio. La escolarización, la vacunación, la alimentación. Necesitamos que un pibe esté bien alimentado para poder pasar a otro reclamo: su educación, su recreación, su derecho a ser niño y no un adulto de 8 años. Pero si algo de todos esos derechos se llegara a tocar, ¿qué rol nos queda entonces a nosotros, militantes de la batalla cultural y política? Militantes por una autoestima que debe crecer entre los pibes de las clases más pobres. Cuando Milagro Sala hace las piletas en Jujuy y la derecha se horroriza porque piensa que está tirando plata -y no sólo la derecha-, lo que te están diciendo es que no quieren que esos collas tengan los mismos derechos que el pibe de Palermo. Lo que te están diciendo es que el pobre sólo puede pedir comida. Lo que te están diciendo es que el pobre siempre debiera ser pobre. Y vos, distinto. Y vos te la creíste. Te la creés. 
Trabajamos en un merendero donde aprendemos todos, laburamos todos. Yo tuve la suerte en esta vida de pasar y atravesar mi adolescencia durante los gobiernos de Néstor y Cristina. Digo "la suerte" porque crecí con un discurso en mi radio que me invitaba y me incitaba a militar, a hacer política, a meterme de lleno para que nunca nadie me saque lo que me corresponde y sobre todo para que yo defienda a aquellos que menos tienen y que menos han tenido. Yo crecí mi vida escuchando discursos no sólo con saliva, sino vivos y que avivan. De este mundo y para esta tierra. Crecí dejando atrás un "que se vayan todos" por un "vení y metéte vos también". ¿Qué le espera a los pibes que pasarán sus años de adolescencia con un presidente como Macri? ¿Una gobernadora como Vidal? ¿De dónde saldrá la fuerza? Pues de otro lado. No quiero más adolescentes desencantados como los que supo criar los 90, donde militaba el que resistía y nada más, y a contrapelo. Y a contra corriente. No quiero un adolescente como el que cantaba Ignacio Copani en los 90, que decía "me voy a Europa, mamá". Además, esa Europa ya no existe. Yo tuve suerte porque nací en este tiempo y en este continente en este tiempo. Pero ahora es parte también de nuestra responsabilidad militante evitar que los chicos del Merendero se coman no sólo el discurso de los globos, sino también su palo y su rebenque. Porque estos globos disfrazan esa represión que la Metropolitana tan bien conoce y lleva a cabo en el distrito más rico de este país. Distrito en donde crece la mortalidad infantil. 
Estoy enojada con el egoísmo y con el individualismo de aquellos que no entienden que la patria es el otro, que la democracia es contienda -sin fusiles y sin bombas y sin represión y sin desaparecidos-. Enojada con los que dicen que está bien que la Ciudad no pague la deuda del Garrahan "porque son todos de Provincia los que se atienden". Estoy enojada con el que piensa que todo lo que pasó es por un esfuerzo individual y no una situación global y política general. Estoy enojada porque eso quiere decir que el verso yanqui nos comió la cabeza: "si quiero, puedo." No, señores. Si no hay trabajo, aunque quieras, no vas a poder. ¿Cuántas veces te tiene que pasar lo mismo? ¿Cuántas veces querés volver a empezar? Yo no quiero tener que volver a las letras del rock de los 90, enojado, deprimido, desahuciado. No quiero un "comando culo mandril". No quiero gritar que son todos narcos. No quiero decir que vengo de un país que mucho más que país parece un barco saqueado. 

La política con "p" pequeña del Merendero tampoco se escinde de la Política, con "P" grande. Si está Macri, si está Vidal, si vos los elegiste, hacéte cargo cuando te vuelva a escribir y te diga que los chicos están más violentos, porque empeoró la educación, porque tienen menos recursos sus padres y porque tienen que empezar a laburar desde más chicos en vez de ir a la universidad más cercana, esa que para Macri es un despilfarro. A vos te quiero ver viniendo conmigo al barrio a servir la copa de leche y a construir algo desde la tristeza, como si se pudiera. Lo peor es que vamos a ver pasar el cadáver del enemigo, pero nos va a arrastrar a todos. Yo soy militante, y le pongo el cuerpo a todas las adversidades, a todas las que pasaron y a las que se vienen. Pero el que no lo es, va a tener que aprender a serlo, a resistir sin perder la alegría, sin resignarla, porque aprendimos eso también en estos 12 años. También por eso tuve suerte de nacer aquí y así. Lo demás es todo política. 

lunes, 27 de abril de 2015

Sueños y espejismos

Ayer, sábado, después de mucho tiempo, volvió al Merendero un pibe que hace mucho no viene, con el que en particular nunca tuve una buena relación, pero a quien, como siempre, escucho. Y dijo lo que precisamente hace mucho no escuchaba. "En Capital, son todos más intelectuales." Cuántas cosas podría haberle dicho, cuánto debate condensado hay en esas frases, de este joven muchacho que pasando apenas volvió a traer lo que hace mucho tiempo era moneda corriente escuchar en el Merendero, pero había dejado de serlo. Un pibe que nunca llegó a ser parte del espacio y que quizá por eso sigue marcando el límite y la diferencia, de la manera que sabe/puede/quiere.  La Capital asociada a la intelectualidad, al trabajo de pensamiento reflexivo, probablemente a la lectura de libros, al conocimiento. Indirectamente, al progreso, a la producción de los saberes (cuáles, uno se pregunta), a "lo mejor". Hoy, con las Primarias en el distrito capital, me pregunto qué intelectualidad se puede asociar a la fuerza que ganó esta primera instancia. 

Vi a Mauricio Macri cantando y saltando al son de la canción de Tan Biónica, "qué noche mágica, Ciudad de Buenos Aires". Lo vi a Horacio Rodríguez Larreta sonreír, levantando las cejas, saludando a "Gabi". Y la vi a Gabriela Michetti hablando de que todos somos singulares, cada uno de nosotros, 100% libres, islas individuales que van caminando por las calles de la Ciudad. Nada de lo que vi u oí era parte de mí. Ni quería serlo. Pero es parte de la Ciudad que habito (y, vaya cosa, que no milito) y en la que aumenta y ha aumentado en los últimos años del Pro en el gobierno local la mortalidad infantil. "En Capital, son todos más intelectuales". Esos "intelectuales" que han votado a la ineficiencia en la gestión y a la derechización de las ideas; que han votado los discursos aparentemente vacíos y despolitizados; que han votado cerrarle las puertas a todos los trabajadores que entran desde Provincia día a día a la Ciudad; que han votado la golpiza a los internos del Hospital Borda de los Talleres Protegidos; que han votado al vaciamiento de escuelas y hospitales públicos. Esos son los "intelectuales" que ve este pibe que vive en Glew. Yo no los veo, porque ni siquiera son intelectuales de derecha. Son de derecha, son administradores (y encima malos), son los que hablan de "la gente" y uno, que también es "gente", no se siente parte de ese colectivo homogeneizado y un poco inasible. En la Capital hay gente pobre, hay pibes que dejan la escuela, hay alcohólicos que golpean a sus mujeres, hay niños que no saben lo que significa ser niños y adultos que no hacen nada por que eso cambie -quizá porque tampoco ellos pudieron serlo-. En la Ciudad hay precariedad como en muchos barrios del conurbano bonaerense, pero "la mugre" no se ve en la tele ni la visibiliza el cerco mediático del que goza Macri. "En la Ciudad, son todos intelectuales". La realidad fragmentada, las imágenes que se difunden del distrito más rico del país, las construcciones e idearios sociales que salen a flor de piel en un adolescente de 18 años de provincia. Las disputas alrededor de la Ciudad son múltiples. Y en ella entran el pibe de Glew que piensa que la vida es mejor en la Capital (sin darse cuenta de que en cuanto cruce el Riachuelo el estado municipal sólo se va a dedicar a reprimirlo y oprimirlo); el actual Jefe de Gobierno que más que político se piensa como dueño; la vecina mía -una de tantas- que sólo piensa que ya no se puede salir de noche a caminar (aunque no tiene tampoco intención de salir a caminar porque se encierra en su casa con jardín); los que militamos para que las relaciones sociales sean menos desiguales y pensamos que la Ciudad esta gobernada por un partido de derecha y conservador que hace que el neoliberalismo voraz sea más que un fantasma. La Ciudad se recrea de diversas maneras en diversos deseos. Los sueños y los espejismos también son políticos. Una periodista cercana al proyecto nacional dijo que el voto porteño que prima es el del porteño que no puede verse realizado en la realización de un Otro. Nunca mejor dicho. En la Ciudad de Buenos Aires, la patria es el yo, un yo que quiere estar más alto de lo que está (el espejismo); en el país hay una mayoría que piensa que la patria es de hecho el Otro. 

Las elecciones de hoy, que no son definitivas pero dicen mucho, me preocupan en lo personal, porque aquí es donde vivo; me preocupan como militante porque el proyecto municipal arrasa con todo lo que defiendo  (aunque también me tiene que estimular: hay mucho trabajo aún por hacer); me preocupa como cientista social, porque tengo que tratar de entender, más allá de la tristeza, por qué la Capital vota así y sobre todo cuáles son los puntos claves a cambiar para que haya un viraje en el pensamiento porteño. Pero no sólo me preocupa en el territorio de la Ciudad en sí, porque la Ciudad vive más allá de sus fronteras. Vive en la cabeza de un adolescente de Glew, con quien trabajo cotidianamente desde hace años.Y eso es también parte del desafío militante que nos convoca. Porque trabajamos en el área de Niñez y Territorio. Y no podemos dejar pasar o hacer la vista gorda cuando uno de estos pibes piensa que el distrito en el que aumenta la mortalidad infantil es el símbolo del progreso y las ideas. Un lugar al que se quiera llegar. No al menos en el marco de esta Ciudad. La militancia debe transformar vínculos sociales y eso implica también las ideas que los sustentas y construyen. No fue una noche mágica en la Ciudad de Buenos Aires. Fue más bien un recordatorio del trabajo que queda por delante, en todos los territorios, que no son sólo físicos: se juegan también en esos sueños y esos espejismos. 

lunes, 13 de abril de 2015

Eduardo Galeano 1940-2015

El mundo de la literatura es inmenso, tan vasto como la historia de la humanidad ya que la escritura le dio comienzo... Hoy despedimos a un hombre que ha sumado su grano de arena a la historia contando muchas historias porque no hay una historia. Sólo leí un libro de Don Eduardo que para mí fue todo un hallazgo. Si bien ya había sido su lectura recomendada infinitas veces por amistades nadie me había puesto en mis manos uno de sus libros y tampoco la curiosidad me llevó a tomar alguno de la biblioteca pública. En casa se leían sus artículos que publicaba en los diarios pero nada más. A mi hermano intenté robarle el "Libro de los abrazos" pero no tuve paciencia para leerlo. Hasta que un día ordené la biblioteca familiar, tarea dificultosa pero gratificante si las hay, y encontré "La canción de nosotros" publicado por sudamericana en 1975 que tenía la imprenta en humberto 1° 575 Constitución (mi barrio), Buenos Aires, Argentina. Inmediatamente pensé en alguno de mis padres comprándolo en pleno 1975, ya sin Perón, antes del terrible zarpazo del 76. ¿Cómo no leerlo? Para mayor sorpresa hasta uno de los protagonistas llevaba mi nombre... Pero lo que me golpeó del libro fue la absoluta brillantez y sencillez con la que se evoca una época haciéndola vivir como un presente. Porque siento que Galeano es un escritor que ejercita con su pluma la justicia. En cada uno de sus escritos reivindica las historias (recordemos que no existe La Historia) de los marginados, de los que viven en la periferia, de los exiliados, de los condenados, de los excluidos de La Historia. En "La Canción de Nosotros" se narra un episodio de tortura y secuestro de un militante durante la dictadura uruguaya y, años más tarde, cómo elude su enjaulamiento y se reencuentra con su pasado, su presente, y su futuro si es que es posible reconstruirse después del Terror. Fue penosamente marivolloso para mí leer cómo era posible desde la literatura no sólo recordar la lucha de aquellos que fueron desaparecidos por querer un cambio social, sino cómo esa lucha está presente porque es imposible borrarla de la faz de la tierra con un golpe, dos golpes, veinte golpes. Sí, fueron exitosos. Sí, ganó el Capitalismo. Sí, ganaron los mercados, el individualismo, el Imperio. Pero ¿qué se reencuentra Mariano cuando regresa a la vida? Los invito a la lectura del libro con esa pregunta. A mí me ayudó a entender por qué no sólo voy al barrio todos los sábados, sino que siempre fui parte de él por ser parte de las historias de los latinoamericanos.

lunes, 9 de marzo de 2015

Poéticas Políticas

Norbert Lechner dijo que la definición de lo que es la política es la lucha política misma. Un conductor radial argentino distingue la política en minúscula (sin menospreciarla) y la Política, con "p" grande. No es lo mismo hacer política desde un partido que desde un movimiento social. Y así podemos seguir, comprendiendo que existen formas de manifestación política diversas, respondiendo a distintas intenciones que animan esas "poéticas" y a distintos actores que las llevan a cabo y las actualizan. Una de nuestras luchas, aunque parezca mentira después de tantos años, es tratar de hacer entender (y quizá de convencernos, al menos de vez en cuando) de que "lo que realizamos" en el Merendero es efectivamente una manifestación política, es una forma que tiene la política territorial de manifestarse, es una poética de la política. No sólo porque nos comprometemos ideológica y corporalmente a hacer un cambio en las relaciones de poder, en nuestro caso desde un trabajo que apunta a los más chicos como disparador para abrirnos a una realidad barrial mucho más amplia; sino porque podemos encontrar que las prácticas que llevamos a cabo también se corporeizan en otros colectivos, en otros distritos, en otros tiempos y con otros actores. Militantes y agrupaciones con las que no compartimos una experiencia directa pero que al descubrirlos, encontramos recorridos similares, planes similares, problemáticas similares. Al principio uno se sorprende. ¿Cómo puede ser que en distintos planos, en distintos territorios pase lo mismo? ¿Que un Merendero en Zona Sur tenga problemas como los de una organización mucho más grande en Zona Oeste? ¿Cómo explicar esos impulsos afines que movilizan a militantes que viven en Tigre o San Fernando y a otros que trabajan en Almirante Brown, como nosotros? El conurbano bonaerense es muy amplio y variado, pero hay tejidos de relaciones de poder que se pueden equiparar. Por supuesto que Haedo no es lo mismo que Glew, para hablar de dos localidades que conocemos cómo funcionan. Y sin embargo, cuando uno tiene una charla, aunque sea informal, con un militante territorial (y si además trabaja en el mismo campo, como ser Niñez y Territorio, más aún), inmediatamente se encuentran las conexiones, las luchas compartidas, las formas. Estos lazos y reconocimientos en y con otros colectivos también nos ayudan a pensar nuestra identidad como agrupación militante. A entender que así como nosotros hay otras organizaciones más o menos cristalizadas que trabajan con chicos que a veces no tienen el derecho de ser niños, como muchos de nosotros sí pudimos tenerlo. Nuestra praxis es política porque además se inscribe en una cultura política, si se quiere de la que va con "p" chica. Tenemos un repertorio que se reconoce en otras organizaciones; tenemos objetivos que nos preceden y nos sucederán también; tenemos problemas que son una combinación de la coyuntura actual -porque es aquí y ahora nuestro lugar/tiempo de acción- y de asignaturas pendientes estructurales -porque todos nosotros somos parte de la Historia-. No existe sólo un merendero. Ni los chicos de Villa París son los únicos que sufren el embarazo adolescente o la deserción escolar o el trabajo infantil. Cada uno de esos focos de conflictos, gravísimos y de larga data, parecen un slogan que es ajeno a un taller de teatro que dura un mes o un taller de alfabetización de verano o un taller de voley que busca formar equipos. ¿Cómo se pueden aunar estos talleres que son recreativos con la vasta tarea de lograr que una chica de 15 no deje el colegio secundario y no se convierta en mamá a los 16? ¿Cómo lograr conjurar un partido de fútbol organizado con el trabajo y el abordaje que necesita el hecho de encontrarse con una familia de 15 hermanos y lograr que la subjetividad de cada pibe tenga su relevancia, su lugar y sea reconocida? Primero habrá que entender nuevamente la idea de "recreación". Luego habrá que entender que los métodos no se agotan en sí mismos ni son tampoco el "todo" de una organización social. Los talleres son un encuadre, donde se participa de acuerdo a quién es cada uno (y allí la unicidad de cada niño y su conocimiento), donde se establecen normas y reglas que intentan ser menos arbitrarias o al menos consensuadas. Encuadres en los que hay responsabilidades pero también hay disfrute: la base nunca partirá de otro punto que no sea que un niño es siempre un niño, que tiene derecho a jugar y educarse y no a tener a los 10 años que hacerse cargo de un hermanito de 3. 
Nuestro trabajo militante repiensa a los actores fundamentales que hacen al Merendero: los chicos. Construyó su identidad con ellos y descubrió un universo invisibilizado e inexplorado y por sobre todo, subestimado. Nosotros como militantes y adultos tenemos una responsabilidad social y política que en cada taller se disfraza de juego, de colores, de dibujos y cuentos. No elegimos cualquier actividad ni cualquier palabra. En esa elección o elecciones marcamos un rumbo ideológico y pedagógico, repensamos las relaciones adulto-niño y le damos forma a una identidad política, que tiene su especificidad (Villa París, desde 2008, en el merendero de la calle San Martín) y su pertenencia general a los movimientos sociales (merenderos que suelen nacer en 2001, que dan copa de leche y luego se ramifican hacia actividades culturales, que buscan una estabilidad legal y forman redes políticas locales, hacen una murga, una bandera y recortan su campo de acción hasta llegar a algo conciso y concreto, organizado). 
Este escrito nace hoy por una de tantas charlas entre compañeros, compartidas virtualmente o en un tren de vuelta después de un arduo día de trabajo. Y nace hoy porque nos han ofrecido escribir un breve artículo para una revista de circulación universitaria. Como siempre que eso ocurre, urge la necesidad de pensar quiénes somos y qué hacemos, por qué y con qué metodología. Ese eterno debate nos invita a re-pensarnos ya no sólo a los niños y sus derechos sino a nosotros mismos como militantes jóvenes comprometidos. Un ejercicio absolutamente bienvenido y que siempre apunta a algo que cada vez es más evidente: somos un colectivo político. Trabajamos con actividades culturales y recreativas porque entendemos que desde los juegos y las prácticas lúdicas podemos llegar a un horizonte de acción tanto más amplio y significativo, más aún en el marco de un trabajo con chicos y adolescentes. Esta poética política nuestra se disfraza de murga, de disfraza de cuento. Pero es el disfraz el que dice muchas cosas, porque elegimos una música popular de larga tradición de lucha y las palabras como "compañero", "equipo", "política", "militancia", "palabra", "organización", "alegría", "niñez", "colectivo". 
No hay una sola forma política y nuestra reflexión al respecto da cuenta de esa variedad de manifestaciones. Abogamos por una organización social que trabaja la problemática de los chicos en un barrio del conurbano bonaerense. Y nuestros métodos se acercan más a un taller artístico que a una organización gremial. Esa decisión, mezcla de la circunstancia y la elección propia, es absolutamente política. Y es además una lucha desde lo cotidiano y el gesto invisibilizado, mucho más difícil de distinguir  que una alianza electoral publicitada a toda pompa en la televisión.. 

miércoles, 11 de febrero de 2015

Rituales vivos

Y el que está arriba
irá abajo
no va a quedar ni uno suelto 


Febrero. Carnaval y murga en Buenos Aires, en Gualeguaychú, en Montevideo, en San Pablo. En muchas ciudades. El Merendero decide también festejarlo. ¿Qué es el carnaval? ¿Qué es carnavalizar? Subvertir roles, reírnos de los estamentos sociales, y hacer como en esa canción que canta Serrat: por una noche se olvidó que cada uno es cada cual. Nos vestimos de personas que no somos, nos disfrazamos como criaturas extrañas o al menos distintas, bailamos, nos maquillamos, nos hacemos máscaras, nos tocamos con el de al lado al invitarlo a danzar. El carnaval en el Merendero dura un mes, ni más ni menos, pero la experiencia que se construye está más allá de este breve tiempo. Porque viene de antes y sigue después. 

Elegimos la historia de ese murguista de Jaime Roos que se enamora a primera vista de esa princesa perdida en la multitud del corso uruguayo. Pero ella no lo registra y se pierde entre la gente. Hasta ahí una historia de amor frustrado un verano de carnaval. ¿Cómo seguimos? Pues resulta que le damos una vuelta de tuerca (porque eso tratamos de hacer en el Merendero y de eso se trata también el carnaval): el murguista no tuvo suerte porque no sabía danzar. No podía bailar e invitar a la princesita al movimiento. Entonces aparece esa figura carnavalesca: el diablo. Aquí no hay nada religioso (a menos que tomemos la idea de religare, como esa vuelta a cierto lazo social). El diablo que le enseña a este murguero a bailar. Y así se convierte (siempre hay algo de cuento de hada que no podemos erradicar) en esa figura tradicional que tiene raíces griegas y no sabemos si es un dios o un rey o si hay alguna diferencia: Momo. Pero el dios Momo no está solo, porque no se puede hacer nada desde la soledad. Tiene su ejército de húsares endiablados, pequeños bailarines de todas las edades y colores: los pibes del Merendero. Y así vamos entrando todos en escena, esa gran escena que montaremos en febrero. Porque a fin de cuentas, vamos a contar una historia, vamos a actuar una historia de carnaval, con carnaval (con su música y su estética y su tiempo) y también por el carnaval. Vamos a inventarnos personajes, tomando lo que ya existe (una canción, una figura, una fiesta) y mezclándolo con lo que queramos, con lo que creemos y lo que salga al final. El cocoliche, después de todo, también es un poco murguero y también es un poco típico del Merendero (zona de encuentro por excelencia, de personas y geografías y costumbres y vidas). 


Las organizaciones sociales se van reinventando y nutriendo de experiencias de otros colectivos. En general, dependiendo del tipo de organización, se pueden encontrar itinerarios sociales similares aunque entre esos espacios no haya una conexión directa. Hay formas de hacer política que se parecen porque las iniciativas son parecidas y porque hay cierta semejanza en la conformación de los grupos militantes. ¿Qué organización no ha pensado, sobre todo si el trabajo es de niñez y territorio, en hacer una pequeña murga? ¿bailar disfrazados coordinando la más posible sus movimientos amateurs? No es extraño que compartiendo enlaces, compartiendo vivencias (online y offline) se produzcan estos cruces similares. La murga y el carnaval no tienen dueño, pero nosotros nos adueñamos de sus formas y colores y hacemos algo nuevo. Eso sí, siempre con alegría, con trabajo conjunto, planificado. El rey Momo jamás podría conseguir nada si estuviese solo, pero tampoco podría hacerlo si estuviera triste. 

Hace tres meses que este espacio virtual no se tocaba, y eso se vincula un poco a los ritmos que el propio merendero tiene. El último mes fue de ordenamiento y limpieza. Y aunque el orden del espacio es fundamental también es cierto que no puede ser una actividad de cada sábado porque ninguna reflexión nace de esa situación en particular. Y la práctica del Merendero necesita su "teoría". Necesita su parte reflexiva porque si no, tampoco hay práctica, o no al menos la que creemos que merecemos y podemos realmente producir. Pero se vuelve ahora que hay un taller concreto, cargado de experiencias (¿quién no tiene su aproximación a la murga personal?). Por otro lado, este año tenemos los feriados de carnaval, con lo cual su notoriedad cobra aún más relevancia o es al menos imposible de evadir. Otra lucha social de las murgas, otro reclamo, otra manera también de pensar la política. Para todos aquellos que desestiman el corso y su poder, ¿por qué la dictadura le habrá quitado sus feriados, aparentemente inocentes, tan sólo festivos? Las fiestas son rituales. Los rituales son parte de la cultura. Y no hay cultura que no sea política o que no la toque directamente en su propia forma, en su forma íntima. Y hay rituales muertos, pero hay otro bien vivos. El Merendero retoma este ritual del dios Momo, tiene su propio tablado y su propia princesa y su propio murguista. O acaso, muchas princesas y muchos murguistas. Nos disfrazaremos en febrero y más aún: prepararemos el disfraz. No hay nada de improvisado en esta fiesta. Pero tampoco deja de ser un evento lúdico. Después de todo, siempre hay algo de juego, siempre hay reglas y siempre hay dados que tirar, casilleros que avanzar y metas a las que llegar. Porque la murga es también una canción de Jaime Roos: iluminando el pasado, desafiando al futuro, denunciando al presente con un simple disfraz. Volvemos al ruedo virtual después de varios meses bajo la tierra y volvemos al ruedo ritual de la murga. Y así los que están arriba van abajo y los de abajo arriba, y así mezclados arrancamos este mes, a través del carnaval de los pibes de Glew.