domingo, 23 de marzo de 2014

Nos/otros

Ya dijimos que el merendero es un sitio de encuentros. Hasta ahora veníamos pensándolo en relación a los chicos del barrio, los adultos, los contactos que nos permiten llegar a la municipalidad, la formación de un equipo de trabajo. Pero ayer, sábado, día por excelencia de nuestra presencia en el barrio, el encuentro fue particular y a la vez nos hizo dar cuenta de una manera muy encarnada de cómo es eso de que experiencias como la nuestra hay miles en todo conurbano. Ayer, nos encontramos con un equipo de trabajo también local, que labura en un merendero cercano al nuestro, aunque las actividades estén en etapas distintas y hayan tenido distintos itinerarios. Nos encontramos con militantes que son un poco como nosotros, más allá de algunas diferencias (por empezar, las distancias: ellos son de la zona donde laburan). Escuchar su historia, sus anécdotas, sus vivencias y saber que son las nuestras o las fueron alguna vez. Aquí hubo otro encuentro, que nos permite repensarnos como equipo de trabajo, para ver qué nos falta y de qué tenemos que estar orgullosos. Y así, de encuentro en encuentro, vamos delineando como podemos y queremos nuestra identidad en tanto espacio cultural, social, político, pedagógico. Un espacio donde quizá se entienda cabalmente que el poder es el de la imaginación. O eso se busca, sin olvidarnos de las tramas en las que estamos envueltos siempre. 

La gente que pasa por los proyectos, la intermitencia, los altibajos, el compañerismo, el ir paso a paso con donaciones y contactos personales, los robos de material, la dejadez de algunos vecinos, el abandono de algunos chicos, el compromiso de los vecinos que ayudan con la leche, la tarea, los vínculos malos o buenos con las escuelas de la zona, el horario y los días, la cantidad de gente, el mate, las huertas, las calles de barro por las que no pasan los colectivos, las edades de los militantes, el material de las construcciones, los colores. Tanto en común. Verlos es vernos y supongo que algo hay al revés. Diferencias también, en el lazo con los chicos quizá, en la manera de encarar el trabajo, etapas diversas de un proceso que nos lleva a preguntarnos por nuestros proyectos pedagógicos. Enfoques integrales que buscamos instaurar y crear. Sobre todo nos quedamos con el diálogo. Ayer construimos un puente con palabras que comparten una historia y que a su vez tienen mucho por enseñarse mutuamente. Estamos de a poco armando lo que siempre quisimos: una red local. Se empieza por donde se empieza, con un merendero o un vecino que trabaja más arduamente. Entonces nos vamos enterando de pequeñas anécdotas, de eventos que marcan la vida de los barrios, de llegadas y partidas que delimitan los alcances de nuestro trabajo. Entender que el merendero es una experiencia en mayúscula (la nuestra, sin duda, singular y específica) pero también macro, con minúscula, porque hay tantos merenderos como barrios que cumplan con la descripción de Villa Amancay. Está siempre lo general que hallamos en tipologías sociológicas; como lo particular que permite la experiencia in situ, corporal, día a día, con gente de carne y hueso. Pero no podemos perder de vista ni las causas que generan estas experiencias (y que en el momento sorprende cómo nos identifican pero que sin embargo ya lo sabemos: merenderos hay muchos porque son un fenómenos social) ni desatendemos el hecho de que son expresiones del estado general de ciertas poblaciones, que dicen también mucho respecto de la sociedad en general. Celebramos el encuentro con Las Mariposas de Villa París, y sobre todo con el equipo que ha empezado a abordar la problemática de la niñez en el barrio donde laburan. Quisimos dejarlo asentado en distintos medios sociales porque precisamente fue un encentro y nuestros contactos aunque virtuales también buscan y persiguen ese objetivo. La lectura de vaya uno a saber quién que nos conecta y nos permite crear esa red de la que hablamos. Saber que uno no está solo en la tarea es un paso importante no sólo para sentirse acompañado sino para pensar qué es ser un niño en un país como el nuestro, en una ciudad como la nuestra, en un conurbano como el nuestro. Qué es un merendero, intraducible a tantos idiomas, por qué tiene que existir o por qué existe y cómo son esas experiencias de la política local que parecen gotas de agua y al juntarse dan cuenta del océano. Saber que hay un mar pero que además no somos la única tabla a la que aferrarse. A ver si se forma la balsa o en el mejor de los casos, el barco. 

Link de Los Willkas, Hijos de Las Mariposas (Glew)
https://www.facebook.com/loswillkasdevillaparis?fref=ts