lunes, 5 de mayo de 2014

Genero y aborto - El caso de la niña de 13 años.



La esfera política partidaria ya no puede eludir en sus debates y plataformas las actuales legislaciones referidas al abortos, que según las normativas vigentes deben ser practicados en todos los centros de salud (ya sean estos públicos o privados) de manera gratuita, si corre riesgo la salud o la vida de la mujer embarazada que lo solicita, o si el embarazo es producto de una violación.
En este clima y dado los últimos hechos que salieron a la luz esta semana debido a un ejemplo (entre tantos otros) visibilizado por los medios de comunicación me parece importante traer a debate estos hechos a nuestro espacio. Nos encontramos en un punto donde los debates y discusiones que refieren a la violencia de género forman parte de nuestro grupo, teniendo en cuenta la realidad del barrio y la posibilidad de realizar un taller que abra las puertas a tratar y discutir dichas problemáticas.
En cuanto a los debates instaurados se habla de despenalización o legalización del mismo.
Despenalización significa quitarle la pena a lo que actualmente está penalizado y contemplado como delito en el Código Penal. Más allá de los casos ya nombrados cualquier aborto realizado fuera de este marco lo castiga. Su despenalización igualmente no determinaría su acceso gratuito y seguro.
Legalización significa diseñar políticas públicas de manera que se realicen en espacios públicos, de manera gratuita y segura.
No me cabe la menor duda que las mujeres tienen el derecho individual a decidir de acuerdo con sus valores y/o creencias sobre la totalidad de sus cuerpos y sus vidas como parte de sus derechos, pero nos encontramos con el debate de lo que consideramos la totalidad de sus cuerpos.
Si bien en mi caso particular no estoy de acuerdo con que una mujer realice un aborto tras quedar embaraza mediante una relación consentida sin el aval de quien fuese el padre del niño/a existen diferentes situaciones que me hacen pensar y repensar las prácticas abortivas defendidas y promulgadas por distintos colectivos, organizaciones y asociaciones feministas que reclaman por el aborto legal y seguro. Existen algunos puntos (muchos) en los cuales prefiero ponerme a su lado y con orgullo.
Particularmente rechazo el argumento más comúnmente utilizado para defender dichas prácticas, “con mi cuerpo hago lo que quiero” en post de “la autonomía y la libertad de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos”.  No desconozco y entiendo las ideas detrás de los argumentos válidos pero también me gusta debatirlas y pensarlas. No desconozco tampoco que sin el cuerpo de la mujer (para no decir madre) el niño (para no decir hijo) no vivirá (no uso la palabra vive). De este modo no puedo evitar pensar ¿eso lo hace un solo cuerpo?
De la misma manera también soy consciente que desconozco cuales podrían ser los pasos a seguir en caso de que el hombre quisiese hacerse cargo del niño por nacer y la madre no pretenda continuar con el embarazo. Desconozco porque allí entra en juego las dificultades psicológicas por las cuales debe pasar la mujer de soportar un embarazo no deseado. 
Uno de los puntos más importantes pero más complicados que me gustaría tener en cuenta es la capacidad de una mujer de ser consciente de su propia capacidad reproductiva y lo que esta conlleva. Una capacidad directamente relacionada con su educación en general y sexual en particular. Una capacidad directamente relacionada con la conciencia que ellas tienen sobre sus cuerpos y a la violencia a la que las mismas son sometidas. ¿Cómo se pueden legislar esas diferencias en cuanto al aborto?
Si no se pueden legislar las diferencias ¿prohibimos o legalizamos en su totalidad y sin discriminación alguna? Estando en total y absoluto desacuerdo con la legalización, creo que si no podemos diferenciar pues debemos legalizar.  Considero que las mujeres más afectadas son aquellas de bajos recursos (con menos educación y que son sometidas a mayor violencia) ya que para los abortos los realizan en talleres clandestinos de poca seguridad.
La realidad cotidiana de las mujeres en el barrio entra dentro de estos parámetros, muchas de ellas afectadas por violencia de género y las adolescentes sin educación sexual alguna desde la esfera pública o privada de la casa.
A mi entender quién es una joven adolecente no llega a ser totalmente consiente de sus actos ya que aún la educación está siendo forjada. ¿Dónde ponemos este límite? Nuevamente ¿Cómo se pueden legislar esas diferencias? ¿Los padres deben ser informados de la situación o simplemente el aparato legal debe funcionar sin ellos? Todas cuestiones que creo deben ser debatidas.
¿Cómo actuaríamos en caso de que algunas de las adolescentes del barrio quedasen embarazadas fruto de una relación consentida? Más allá de nuestro pensamiento particular ¿Cómo actuaríamos de manera colectiva? Niñas y adolescentes que viven el día a día sin la educación sexual necesaria para ser capases de cuidarse de la mejor manera. Enseñanza que sin duda alguna creo que le corresponde al estado proporcionarla pero de la cual carecen infinitamente. ¿Cuáles pueden ser nuestras actividades para suplir dicha falencia? ¿Tenemos las herramientas necesarias para afrontar dichas actividades? ¿Contrariamos dentro del barrio con el apoyo necesario para realizarlas?
Acercado un poco mi pensamiento, quiero describir y escribir un caso particular.
En caso de violación no tengo dudas que más allá de las semanas de gestación el aborto o parto prematuro debe ser llevado a cabo.
No desconozco los argumentos en donde la vida de la víctima corre peligro ¿será verdadero esto o maniobra mediática y legal? ¿Pero ya no lo hace acaso su vida de tan solo tener que llevar consigo el producto de la violación?
QUIERO OPONERME DE MANERA CATEGORICA el rechazo del hospital Moreno (abalado por el Ministerio de Salud bonaerense) a realizarle un aborto no punible a la de hija de Susana Leguizamón de tan solo 13 años, violada por su padrastro.
Rechazada por no ser considerado aborto teniendo en cuenta las semanas de gestación esta niña debía continuar con su embarazo. La ley es clara, no es punible el aborto producto de violación. Pero no tenemos en cuenta que el tiempo necesario para poder llevar a cabo la aceptación de lo sucedido, la denuncia y luego la solicitud de aborto puede llevar más tiempo que lo que la ley determina.
En el día de la fecha y gracias a las gestiones de organizaciones y asociaciones feministas que reclaman por el aborto legal y seguro la niña pudo realizarse la interrupcion de su embarazo. Recuerdo indiscutido de lo que otro ser humano, uno despreciable en todo su sentido, le hizo a tan temprana edad.
 A partir de este hecho se le abre una puerta más, una posibilidad de poder convivir con los hechos y sus recuerdos. Porque la vida de esta niña, su futura actividad sexual y confianza hacia otros hombres muy posiblemente se verá marcada  por un hecho que no eligió ni jamás elegiría. Celebro porque no debe continuar con un embarazo que no eligió ni jamás elegiría fruto de una relación que, nuevamente, no eligió ni jamás elegiría.
Celebro que como nosotros existan otros tantos militantes. Celebro que existan algunos capases de luchar por estos temas, capases de ponerlos en la agenda pública, aunque sea por tan solo unos días. Puedo no estar de acuerdo en cada uno de sus puntos, pero sin duda alguna creo que le hacen bien a una sociedad que aun veo lejos de ser capaz de debatir tales temas.
Y pienso que nosotros desde el merendero seremos capases de poder debatir y llevar a colación un tema que agrupa cuestiones de género y sexualidad! Tantos con los chicos y con las chicas como con los adultos que conforman no solo nuestro espacio sino también el barrio en el que estamos incluidos. En este punto recordando el futuro taller de género que se quiere gestionar…

Mundos inteligibles

Hace un mes, uno de nuestros compañeros reflexionaba sobre la educación, a la luz de su experiencia docente personal y el contexto en el cual se desempeña esa actividad. A su vez, entendemos que el proceso educativo no se reduce al aula: el aprendizaje o los aprendizajes se dan en múltiples escenarios y con variados actores. Por eso hoy, retomando una y otra vez la reflexión en torno a los modelos de educación que tenemos y queremos, volvemos a pensar uno de los múltiples aspectos que hacen a la pregunta por la educación y sus subsistemas. Hace dos sábados que empezó en el Merendero el taller de alfabetización para chicos de entre 4  y 6 años. Proponemos ahora, y en caliente, empezar a darle una vuelta de tuerca en este espacio virtual en particular a la actividad que nos convoca a algunos de nosotros en este momento del proyecto. 

Aprender a leer es un proceso complejo para cualquier persona. Enseñar a leer presenta esos mismos desafíos. Si hay algo que, al menos a nivel personal, le puedo atribuir a ese momento de enseñanza y aprendizaje conjuntos es el proceso de desnaturalización que implica ponerse en el lugar del otro, en este caso esos chicos que se empiezan a familiarizar de a poco con el mundo de la palabra escrita. Leer va más allá por supuesto de una oración en un libro: leer es volver el mundo inteligible, y en ese mundo muchas cosas se plasman en otros espacios que no son los libros. No partimos jamás de cero, y no todos llevamos luego el mismo ritmo. Estos sábados que pasaron nos demostraron lo difícil que resulta una tarea pedagógica tal como empezar a jugar con las palabras escritas, comprender la diferencia entre una letra y una palabra e incluso asociar esas letras en sílabas que al cambiar de lugar pueden dar paso a nuevas expresiones. Ponerse en el lugar de los chicos fue establecer un vínculo profundo de conocimiento e intimidad pero también fue darnos cuenta de que sólo a partir de haber establecido en todos estos años el vínculo que existe hoy es que puede ser efectiva y llegar a algún puerto nuestra propuesta de trabajo. Teniendo en cuenta, claro esta´, que además no somos alfabetizadores capacitados o maestros específicamente dedicados a este área. Es más, son los chicos, como en toda actividad docente, los que nos van marcando los caminos y construyen con nosotros el espacio en el cual se lleva adelante la tarea, teniendo ya nosotros una identidad propia: el mismo equipo que en el verano estuvo en el taller de literatura infantil. Aprender a leer no se da en cualquier contexto: aprendemos en una biblioteca, llena de libros que fuimos recogiendo de distintos sitios, armando de a poco, arreglando con paciencia. Aprendemos con personas que conocemos desde hace tiempo y con las que existe un afecto, lazo primordial que es la base de nuestro trabajo. Aprendemos con palabras que dicen algo de lo que hacemos o somos: un nombre (nuestro nombre), la palabra de un personaje en un cuento, la palabra en una anécdota cotidiana, o cualquier palabra de esas generadoras de las que hablaba Paulo Freire. Ese aprendizaje contextualizado no sólo rescata lo positivo que se construyó en estos años sino que comprende y analiza las cuestiones por las cuales llevamos a cabo nuestra tarea militante: el estado de los chicos, en este caso, en un barrio en un partido de la provincia de Buenos Aires. Muchos de ellos no tienen un espacio personal en sus casas, no tienen un libro o no tienen la atención de sus padres. Trabajamos en condiciones que a veces distan mucho de ser óptimas y en condiciones en las cuales los derechos de los chicos se ven invisibilizados por una mirada adulta que invisibiliza. Nuestra tarea no es sólo ayudar o dar la leche: nosotros tenemos una proclama política, como se ha dicho ya, que rescata a los niños como actores que sienten, toman decisiones, piensan, observan y hablan. Los chicos tienen discursos y esos discursos llegan a distintos lugares dependiendo de esos contextos más particulares y más generales también. No es lo mismo llevar a cabo una tarea como la de alfabetizar cuando en una familia se estimula a los chicos a acercarse a un libro, a valorar la ida a la escuela o a disfrutar el relato de un cuento. Eso no quiere decir que la tarea sea peor que en otros lugares y condiciones sociales, pero sin duda cada espacio requiere un aproximación distinta. El merendero, sin dejar de pertenecer jamás al barrio al que pertenece (el cual lo dota de sentido en tanto tal), también tiene una identidad que resalta, y que lucha muchas veces con ciertas modalidades propias del lugar en el que se emplaza. La educación en este contexto, fuera de la escuela pero sin poder jamás separarse de aquélla, también es parte de un debate que aborda elementos centrales del ser de nuestra sociedad. No es sólo la lucha docente en el plano de la lucha que se explicitó en el otro artículo: es la lucha docente que se inserta en contextos que pueden llamarse adversos. Aunque en todos ellos, como diría el poeta Edgar Bayley, haya una infinita riqueza abandonada. Este modelo de educación, que comparte muchas aristas con la educación formal dado que es también parte de nuestra formación, es el que tiene lugar en el merendero pero no como algo acabado sino que está en constante reformulación. 



Esta reflexión de domingo por la noche sólo quiere dejar plasmadas ciertas realidades que se nos presentan a los ojos cuando emprendemos la tarea enorme de aprender a leer con los chicos y de que ellos aprendan a leer con nosotros. Acercarse a la riqueza de la palabra en una poesía o en un pizarrón; al orgullo de poder escribir por primera vez el propio nombre en la propia lengua. Acercarse a un mundo que tiene mucho de imaginario y que requiere capacidad imaginativa, algo que a los chicos del merendero les sobra. Pero también es cierto que toda esa riqueza creativa necesita organizarse para llegar más lejos de lo que podría llegar, para abrir más puertas de las que ya hay abiertas, para poder encausar esa energía que tienen todos los chicos, que vuelven sábado a sábado al merendero, porque al igual que nosotros encontraron un lugar de pertenencia, que tal vez no tengan en otros ámbitos cotidianos. Leyendo ponemos en ciertas palabras el mundo del merendero. Palabras que tienen que ver con la alegría y el afecto pero también con el pensamiento crítico y el trabajo colectivo. Las palabras que nacen y crecen en la poesía del merendero tienen el color y la firma de todos los chicos y de los militantes que construyen ese espacio desde hace años, más allá de toda mirada invisibilizadora. Leer abre los ojos. Eso creemos. Y por eso nuestro proyecto pedagógico que va tomando forma cada vez más hoy emprende esta tarea, que levanta banderas tradicionalmente levantadas por todos los docentes que eligen como vocación y convicción trabajar con los chicos de todas las latitudes y con todas sus palabras-mundo, tan variadas como ricas. Infinitas palabras.