viernes, 11 de diciembre de 2015

Algo personal

Ahora me toca lo personal. Como militante, por supuesto, dentro de un espacio y en un territorio específico. Pero me toca lo personal que también nos atraviesa en cada accionar. La política, después de todo, es personal. Y es interpersonal. No importa qué hagamos, necesitamos entender que siempre hay relaciones en juego, que esas relaciones son sociales y que por lo tanto son políticas. En ciertas relaciones hay igualdad, pero en la mayoría hay un poder, que se ejerce más o menos explícitamente. 

Me toca en lo personal la elección del presidente de la Nación. Durante muchos años me desperté en un determinado país, al que alegremente he intentado construir, con una ideología y desde una ideología que fui construyendo como mujer, como latinoamericana, como argentina, como estudiante y trabajadora, como docente y profesional, como académica y como militante, como habitante de la ciudad más rica del país, como kirchnerista. Todos los días desde hace muchos años vivo en un país que me da esperanza, que me hace sentir parte -más parte quizá que en ámbitos más chicos, más cotidianos. Pero desde que ganó las elecciones Mauricio Macri (y también Eugenia Vidal en la Provincia) todos los días me despierto pensando que vivo en un país peor. Que me da vergüenza pensar que Macri será representante mío en el exterior, cuando sé que le dijo a Evo Morales que quería "tener relaciones desideologizadas con Bolivia". Me da VERGÜENZA que esa persona vaya a reemplazar a una máxima oradora como lo es Cristina Fernández de Kirchner. Y por lo tanto, me va a dar vergüenza que me pregunten quién es el presidente de mi país ahora. Odio pensar que tendré que aclarar que soy del 49% que no lo votó. Y mucho más: que militó el voto de Daniel Scioli. 

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Pero además me da bronca, me da miedo, me genera angustia que personas que quiero mucho lo voten y lo defiendan porque les gusta la foto de sonrisa de ángel de Vidal, rodeada de su familia, cuando encarna el discurso sin saliva de la no-política, de la anti-ideología, que tanto daño le hace a los pueblos, a la historia. Me duele que mucha gente tome esas fotos de colores, de formas que empobrecen contenidos -los ocultan-; que se queden con un discurso de amor y paz y de autoayuda cuando la política jamás se hace así, ni se puede hacer así porque el mundo está jodido, porque hay poderosos y hay oprimidos, porque hay gente que muere todos los días por la injustica social contra la que hay que seguir combatiendo a diario, porque hay países que no tienen soberanía sino que son manejados por las barras y las estrellas del Norte. 

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.


Me toca en lo personal que el presidente actual no hable de las ideologías y de lo que significa ser de derecha y ser de izquierda, ser peronista o no serlo, hablar de salario como inversión y derecho o hablar de gasto que se puede recortar así sin más. Me toca en lo personal que mientan descaradamente, que sean hipócritas y que los medios los cubran porque ese discurso les conviene. Me jode que el que votó a Macri niegue la historia, borre su memoria, se deje convencer por Radio Mitre, destile odio por una mujer que fue elegida por el pueblo y que además se va con una imagen altamente positiva. Me duele, me jode, por momentos me rompe las pelotas -tenía que decirlo. 

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.


Me jode que me donen cosas lindas para el Merendero pero voten a Macri. ME REVIENTA. La solidaridad no es PRO. No lo puede ser porque el PRO destruye la cultura, la educación, la salud.  La justicia que implica que el chico vaya a la escuela, que tenga sus vacunas, que vea un programa en la televisión cuyo héroe y protagonista principal no es rubio ni de ojos celestes ni habla un castellano neutro. El PRO es incompatible con el Merendero. Porque el PRO no vota a favor de la fertilización asistida que da lugar a nuevas familias, esas mismas que les gusta ver a los votantes de Macri en las fotos de Vidal. Estoy aún molesta, después de tantos días, quizá renovado el enojo por la asunción VERGONZOSA que tuvo Mauricio Macri, después de verse apoyado por el partido judicial. Estoy molesta y dolida en lo más íntimo de mi ser porque me hipotecaron el futuro a mí y ni qué decir de Los pibes del Ombú. 

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz


Me duele que la frase (absolutamente maravillosa) de "la patria es el otro" no les haya llegado, ni les haya tocado una fibra personal. Me jode que lo voten y que encima no les moleste. Me jode, me toca en lo personal porque la política como herramienta de transformación se renovó de una manera inusitada en estos últimos 12 años. Porque soy parte de esta generación y del cambio de época latinoamericano, y ahora siento que me cortan las alas. Que ahora soy, que vuelvo a ser, finalmente, un pueblo sin piernas pero que camina. Me jode, me molesta, me rompe las pelotas, me duele, me angustia. Me moviliza. 







miércoles, 9 de diciembre de 2015

Qué cara, qué gesto

Los rostros y nombres que el nuevo gobierno nacional presenta a diario son no sólo fantasmas de un pasado no tan pasado sino que además están aquí y ahora, vivitos y coleando. Son la expresión máxima del discurso de la no-política, discurso falaz y traicionero, dado que a diario tomarán medidas, todos ellos -muchos, empresarios-, que nos afectarán en lo más cotidiano, de eso no hay duda. "La política es pa' gente y no pa' muros de concreto", dice la canción, y esto es tan cierto que parece mentira que haya gente que aún se excuse detrás del "pero de política yo no sé nada", y lo digan sin mayor descaro, como si fuera casi gracioso. Perdonable. Pues no lo es. 

Los gestos, además de esas caras y esos apellidos y esas historias que son parte de nuestra Historia, también dicen mucho, aterrorizan mucho, al menos a los que queremos seguir yendo siempre hacia la izquierda (y no por eso dar la vuelta y codearnos con la derecha, como tantos otros). Aterrorizan porque son gestos que niegan la palabra de la Constitución (justo ahora, que proliferan en TN y Canal 13 los abogados constitucionalistas, ¿desaparecerán después del 10 de diciembre? ¿Como la inseguridad y el miedo? Si se van juntos sospecho o de los medios o de que esos mismos analistas generaban todo lo demás), niegan la independencia de los poderes de la República -que ahora será res privada-. Aterrorizan, como todo fantasma; y más aún cuando te das cuenta de que no están nada muertos. "Hoy es la última vez que vamos a la Plaza a apoyar", me dijo una compañera. Para los que pasamos la adolescencia en la década ganada (me permito esa licencia) es difícil pensar una plaza distinta. Una plaza opositora, enojada. Habremos ido a marchas de reclamos, sí. Pero nunca como oposición total y plena, o absolutamente desencantada y/o enfadada. Un cambio de época que trae un "tropel de viejas novedades". Es difícil acomodarse a la idea tan siquiera. Imaginen cómo será acostumbrarse a la realidad.

Los Pibes del Ombú, por primera vez, sacó un comunicado como colectivo, sacó un comunicado alarmado, como las canciones urgentes de los cantautores cubanos, como una manera de protesta a través de esta política de difusión que posibilitan las redes sociales, nuestra forma de expresarnos hacia todos allí fuera. Esta movilización es porque los militantes tenemos una necesidad constante de movernos y porque ante la posibilidad de retroceder, en algún momento hay que plantarse. Hemos aprendido mucho en estos 12 años. Hemos vivido muchas cosas y en años muy especiales para todos los que militamos a diario, que somos pibes jóvenes. Nuestras caras, gestos y nombres son los de una política que piensa en equipo (y no precisamente técnico: político y compañero) y que piensa en el Otro, piensa más allá de la baldosa de la vida individual, que por sí sola no puede conseguir nada nuevo, ni nada bueno. Piensa en palabras de esas que no mienten ni engañan ni traicionan. De esas que van en contra de toda violencia -y no por eso viven en paz- y de esas que acompañan otros gestos. Gestos que bajan cuadros genocidas y juzgan represores; que le dan la mano al pibe par que vaya/empiece/vuelva a la escuela; que le manda una tarjeta especial al jubilado para que tenga más fondos para disfrutar luego de una vida de laburo; gestos de esos que te invitan a militar en una plaza, sacrificando lo tuyo personal por algo que incluya al que aún no está incluido; gestos que invitan a sentirse orgulloso de pertenecer a un país, de laburar y crear aquí, de repatriarse; gestos que te invitan a soñar que podés tener una familia porque la fertilización asistida no es más para los opulentos. Y muchos más gestos y caras y nombres que se estampan en banderas y remeras, reemplazando y acompañando a los viejos héroes -un época de nuevos símbolos. ¡Qué difícil van a ser estos cuatro años! Pero nosotros sí que tenemos una herencia, que no pesada. La herencia de la experiencia de haber vivido años de volver a pensar por nosotros mismos, de saber leer entre líneas, de reconocer qué es un líder y de qué forma se construye ese afecto que forma parte también de la pasión política. Nosotros tenemos una herencia de caras y nombres y gestos entrañables. Cuatro años no van a poder derrotarnos. Aunque ahora estemos aún sorprendidos, hasta destruidos un poco. Pero jamás derrotados. Al menos ya nunca más.