Miren la foto de final de página. Parece que no cambió demasiado la fachada del Merendero (ahora hay un alambrado más elaborado) desde 2008 hasta hoy. Aunque los que estemos siempre allí sepamos que sí existieron tales cambios. Pero hay algo que nos está faltando y tal vez debamos pensar en hacerlo prontamente: un cartel con nuestro nombre. Después de todo, tenemos una bella bandera, tenemos un blog, tenemos un facebook, y para los que van allí todos los sábados, no hay ni una seña. Sé que no es el nombre el que hace al espacio, pero son esos pequeños símbolos que nos ayudan a identificarnos y construirnos, sobre todo cuando tantas veces en la historia los nombres se tachan, se borran, se invisibilizan, como si no hubiesen existido o no existieran. Algún poder han de tener, para construir una experiencia compartida que nos dé una unión (y por lo tanto, la fuerza). Un nombre que no nace con nosotros pero al que le dimos una nueva vida con los chicos y los vecinos que se acercaron. Una herencia, una historia, la memoria y el presente, que siempre es el que la activa.
Dejo las fotos (de este año) para que veamos un poco cómo nos lo está pidiendo a gritos. ¡Un poco de color! Y si es posible, como canta cierto cantante uruguayo, que sea el color de la alegría.
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