domingo, 10 de noviembre de 2013

La palabra justa

En la ciudad de Buenos Aires (así como en otros sitios) existen muchas organizaciones sociales que buscan cambiar algo, tal como queremos hacerlo en y desde el Merendero. Una de ellas es la  Casa José Martí (todo un nombre), por la zona de Boedo. Cómo cambiar las cosas quizá es lo que diferencia y acerca a estas variadas organizaciones y centros culturales, plagadas de gente joven que labura duramente y combina sus actividades militantes con otros quéhaceres de la vida, siempre a las corridas, pero siempre corriendo para el mismo lado. En la Casa Martí, uno de esos ejes de cómo cambiar se plasmó en dos encuentros -en los que participamos como colectivo- de Alfabetización de Jóvenes y Adultos. El primero fue el 26 de octubre y el segundo fue ayer, sábado 9 de noviembre, a cargo de docentes y alfabetizadores con ganas de conocer experiencias pero también de aportar las propias. Podemos decir brevemente que salimos más que satisfechos y agradecidos y por supuesto con ganas renovadas de volver a la actividad que tanto nos ha convocado y a la que, pese a la voluntad, siempre encontrábamos compleja y casi inabordable: el apoyo escolar. Porque pese a que muchos de los chicos con los que laburamos finalmente aprendieron a leer, hay chicos muy pequeños que aún no lo han hecho. Pero por sobre todas las cosas, de aquéllos que sí saben cómo hilvanar palabras, nos hemos quedado con la nueva idea de que leer no es sólo ese procedimiento (no es de hecho un procedimiento). Es un acto político y de conocimiento, como hemos convenido en estos encuentros. Y como militantes que somos debemos entonces darnos esa posibilidad de ampliar las fronteras técnicas del apoyo escolar. Sólo que hasta ahora no habíamos contado con ningún recurso más que la improvisación y la influencia de antiguas experiencias personales (aunque debo admitir que no recuerdo ese momento en que me enseñaron a leer). Leer, entendimos de una manera más cabal, es poder volver inteligible no sólo un texto sino nuestra propia vida y nuestra vida en conexión con las palabras con las que vivimos y que producimos. En las palabras hay relaciones sociales y hoy en día, en nuestra sociedad, las relaciones sociales encadenan palabras con sentidos siempre personales y siempre políticos. Leer, como pudimos comprender en el Taller de la  Casa Martí, es un encuentro. Y hemos dicho ya que el Merendero también lo es: es un espacio que busca un encuentro, pero un encuentro que se reflexione, que se piense a sí mismo para poder pensar y a partir de poder pensar el mundo que lo rodea, que lo sostiene y al que coadyuvamos a recrear. Una vez más, la pregunta: cómo recreamos ese mundo o más bien cómo queremos recrearlo. Pues bien, a partir de poder entender (leer) ese mundo pero de una manera crítica, de una manera que permita develar y poner al desnudo todo aquello que nos lleva, para bien y para mal, a donde estamos. Pues como dice el bolero cubano, no va pa' ningún lado quien no sabe dónde está. Creemos, y quizá ahora con renovado fervor, que leer en el Merendero es una manera de averiguar dónde se está, desde dónde se parte y sobre todo a dónde se quiere llegar. Recuerdo la fotocopia pegada en nuestra biblioteca que dice "leer abre los ojos", y  en la que aparecen dialogando Inodoro Pereyra y Mendieta. Muy bien, es hora entonces, quizá como plan de verano, volver a ese apoyo escolar, pero siendo ya más grandes (en todos los sentidos), teniendo más recursos y sobre todo la convicción que nos mueve, el deseo que nos anima y el afecto hacia ese mundo que el Merendero es, con sus personas y sus identidades. 


En el taller se retomó al pedagogo brasilero Paulo Freire y a su idea fuerza de "palabras mundo", es decir, aquellas que son referentes de los grupos sociales con quienes uno trabaja como alfabetizador (en el sentido más amplio de comprensión crítica del mundo). Pienso que la palabra 'Merendero' para nosotros es una palabra generadora, una palabra próxima y que aproxima; personal y común. Pienso también que la palabra 'fútbol' o los equipos de todos nosotros también lo son. Pienso en la idea de 'barrio' y en los nombres de quienes formamos parte. Pienso en la palabra 'sábado' y, quizá ya para nosotros, la palabra 'militancia'. Será cuestión de ir sopesando un poco más las palabras que utilizamos, no sólo para aprender a leer en el sentido más reducido (sobre todo para los más chiquitos); sino para desglosar esas palabras que usamos tan livianamente a veces en sus segmentos no silábicos sino sociales. Aprender a leer un texto que nos dé herramientas transformadoras. Aprender a leer las canciones que escuchamos sin prestar tanta atención. Aprender a leer las poesías que nos están esperando en los desordenados estantes de nuestra biblioteca. Aprender a leer las películas que pasan en la televisión un domingo a la tarde. Aprender a leer un diario. En fin, asistimos a un encuentro (o a dos) que busca pensar una pedagogía de la comunicación. Y me quedo con una frase que leímos en el libro base que se usó de Freire, Educación como práctica de la libertad (1965): la palabra como fuerza de transformación del mundo. Quizá por eso el Merendero siempre defendió el diálogo (como cantan los de Calle 13, el diálogo destruye cualquier situación violenta), porque la palabra esgrimida intenta construir vínculos afectivos que destierren la violencia física y simbólica que tanto lastima y tan naturalizada se halla. Quizá ahora estemos animados por un análisis más consciente del por qué o del cómo. Y de ahí el título de esta entrada, refiriéndome a la frase de Paco Urondo. Eran otros tiempos y otros modos (otros cómo de la política): Paco empuñó un arma porque esa fue la manera de poder vivir en el corazón de la palabra justa. Nosotros hoy apostamos a otra construcción militante, transformadora y organizada. Nosotros hoy apostamos a la fuerza creadora del diálogo. Y agradecemos a la Casa Martí por habernos abierto las puertas (y haberlas dejado abiertas) y ayudarnos a entender cómo volver realidad (aunque sea un poquito más) esa fotocopia de la pared de la biblio, que propone  a través de la lectura abrir no sólo puertas: abrir los ojos.

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