Compartimos con todos un breve artículo que se escribió para una revista y que saldrá prontamente. Febrero arranca planteando algunos puntos centrales de nuestro trabajo y un poco de historia, elementos sin duda entrelazados y de los que nos vamos apropiando cada vez más para que nuestros proyectos y propuestas sean más claros y lleguen más lejos.
El Merendero Los
Pibes del Ombú queda en la provincia de Buenos Aires, Argentina. No exactamente
en la capital federal sino en el conurbano, en un partido provincial llamado
Almirante Brown. Como ese espacio, existen miles en diferentes partidos bonaerenses
como expresión no de un fenómeno singular sino más bien de un hecho social
general: nacido en plena crisis social, el merendero (como indica su nombre) ha
sabido suplir necesidades básicas de los vecinos del barrio Va. Amancay desde
el año 2001. Luego de muchas idas y venidas, con diferentes movimientos
políticos o sin ellos, el merendero queda abandonado a su suerte, sin parecer
fundamental ya para los que vivían en las manzanas linderas. Pero en 2008 se
reactiva con la llegada de un grupo de militantes (jóvenes estudiantes de
colegios secundarios sin experiencia previa): y ahí entramos nosotros.
El Merendero hoy
en día no da sólo la copa de leche, es decir, la merienda: un vaso de mate
cocido, leche chocolatada o arroz con leche y algo para comer. Hoy en día las
actividades se ampliaron y el grupo que arrancó en 2008 ha cambiado mucho
también. Los que permanecen han crecido con el barrio y los nuevos llegan en
otras circunstancias distintas de la agrupación. Pibes jóvenes de alrededor de
23-24 años, con sus trabajos y estudios, con sus familias y sus propios
itinerarios previos.
También el
entorno de trabajo ha cambiado. Al comenzar la actividad en 2008, el barrio
tenía referentes locales que eran vecinos que vivían allí mismo y que se habían
construido en su militancia como actores fundamentales de la política barrial.
Pero en 2011 fallece nuestra referente y la actividad que involucraba a los
vecinos adultos del barrio decae fuertemente, siendo además un golpe afectivo y
emocional para todos nosotros.
Continuamos trabajando, pero la actividad se focaliza cada vez más en el
espacio, tanto en nosotros y nuestras relaciones como agrupación así como con
los chicos. Es así que en 2013, y sobre todo pensando para este año que recién
comienza, se debatió respecto de cómo debía ser ese trabajo con los niños y
adolescentes que eran los que daban vida al espacio, tratando de promover un
enfoque integral que aborde problemáticas relativas a la niñez (actor político
sin duda pero absolutamente invisibilizado en la mayoría de los casos). Por
otro lado, al darnos cuenta de que efectivamente estaba en nuestras manos la
organización del Merendero (incluso sin vivir allí mismo), se ha decidido
encarar un proyecto que intente darle un marco institucional y legal (oficial)
a la actividad y al espacio, realizando los trámites burocráticos pertinentes
que nos permitan acceder a mejores recursos.
El espacio actualmente
abre los sábados durante el año y se nutre principalmente de dos presencias: la
de los militantes (alrededor de 15 personas) y las de los chicos que viven
cerca (alrededor de 40). Así se construye la identidad del espacio, forjado por
manos adultas en su momento y revitalizado por niños y adolescentes de entre 2
y 17 años. Cada sábado se realizan actividades recreativas en un marco
pedagógico que se ha ido construyendo colectivamente con el tiempo y que
permite pensar qué es ese espacio, cómo funciona, por qué es importante y para
quién, y cómo se construye la identidad del Merendero nutrida de trayectorias
diversas pero finalmente (y a su vez como principio de algo) coincidentes. El
Merendero es pues un proyecto colectivo, así como tantos otros que existen y
conviven, pero con su sello particular que se le imprime a través del trabajo
de todos y cada uno de los que asisten y trabajan allí.
Hay muchas
actividades remarcables: desde aquella vez que se pintaron reproducciones de
Edvard Munch, Pablo Picasso y Antonio Berni, hasta el día de las ciencias,
experimentado por vez primera en 2013, con experimentos químicos, físicos y
biológicos. Desde un proyecto de huerta propia hasta la creación de una bandera
que nos identifique y represente. Desde un viaje a la Universidad de Lanús para
aprender técnicas muralistas hasta un paseo por el Parque Chacabuco para jugar
un rato todos juntos. Todas esas
actividades siempre persiguen un objetivo común pese a la evidente diversidad:
trabajar en equipo, estableciendo relaciones que nos permitan compartir todos
los conocimientos tan distintos que circulan por el espacio. Nos permite
encontrarnos para establecer un diálogo que no opaque la diferencia sino que se
enriquezca de ella. Y por eso mismo, es un trabajo político que busca establecer
cierto tipo de relaciones, basadas en la comprensión y en el mirar hacia fuera
y no sólo hacia adentro. El Merendero expresa un proyecto que es pedagógico
(porque no sólo se aprende en la escuela) y que busca generar un vínculo entre
todos los que trabajan allí y el propio espacio: el Merendero, el barrio, los
vecinos y sus casas e inclusive el Estado. Y por sobre todo, se busca
reflexionar sobre por qué se vive como se vive y darnos la posibilidad de
plantearnos si aquello que nos ha tocado nos gusta o queremos cambiarlo (y cómo
cambiarlo). Al ser un trabajo vincular, es decir, que aborda relaciones
sociales concretas, podemos entender al Merendero y su labor como parte de los
Nuevos Movimientos Sociales que han nacido en Latinoamérica y que se desmarcan
de la lógica de los tradicionales partidos políticos, que aspiran a posiciones
concretas en los gobiernos de turno.
Los Pibes del
Ombú construyen con organización, con ideas, con debates, con comunicación.
Pero también construyen con y desde la alegría, que no puede perderse nunca si
se busca hacer algo grande. Buscamos esgrimir una palabra justa, como solía
decir el poeta argentino Francisco “Paco” Urondo, que sepa decir pero que sepa
escuchar. Ya no la primera persona del singular, sino del plural. Esa es la
propuesta que sigue en permanente construcción porque cambian las situaciones y
cambian también las personas que se involucran en ellas. Este trabajo colectivo
y conjunto que se hace con las propias manos y el propio cuerpo con otros
cuerpos que tiran para un mismo lado (a veces más orquestadamente y a veces
menos) es el que se intenta esbozar en estas palabras breves. Los invitamos
además a vernos y conocernos un poco más en nuestros portales. Para que vean
además el color que tiene nuestra identidad, que es muy particular y muy
general. Es más, deberíamos invitarlos no ya a ver nuestro color, sino nuestros
colores, que son muchos y se construyen colectivamente desde hace varios años y
a pasos lentos pero seguros.
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